El ministro García Margallo se le atragantan las actividades internacionales del expresidente Rodríguez Zapatero, sujeto de un respeto exterior que contrasta vivamente con la demolición pretendida -inútilmente- por el PP. El gobierno determina, como es normal, las líneas de su política exterior. Pero no es toda ni la única política posible, como el expresidente Aznar ejemplifica con la descalificación exterior de los gabinetes socialistas. Zapatero no ha incurrido en tamaña deslealtad, pero su reciente entrevista con Raul Castro en La Habana y su defensa en Dajla de una solución negociada del conflicto saharaui han dejado en evidencia los fallos y omisiones del señor Margallo, que aparece descolgado de iniciativas de concordia como la de Obama en Cuba y la ONU en el norte de Africa. Hace tiempo que la «marca España» es un juguete roto, y lo será más. Es ahí donde le duele al ministro.

Zapatero no ha sido, ni de lejos, el fracaso pintado por la derecha, iniciadora de las burbujas que pillaron mal sentada a la economía española cuando las subprimes y demás basuras financieras sumieron al mundo occidental en la peor crisis desde el crack del 29. El entonces jefe del gobierno no la vio venir, exactamente igual que las lumbreras de las multinacionales bancarias quebradas, algunos de cuyos responsables siguen hoy en la elite de los organismos económicos. Y la muy discutible reforma exprés de la Constitución Española fue para Rajoy un favor colosal de Zapatero, que no previó el respaldo facilitado al PP para su uso y abuso en rebajas sociales multiplicadoras de los índices de paro y desigualdad, asi como el incremento de la deuda del país hasta el 100% de su producto interior bruto.

El gabinete de Rajoy parece haberle sido inspirado por el peor enemigo. Las dimisiones-defenestraciones de Ana Mato y Gallardón se comentan solas; las reformas educativas de Wert serán abolidas a la primera oportunidad; el vergonzoso espectáculo de Morenés escondiéndose tras el buen nombre de las Fuerzas Armadas cuando debió volcarse en la defensa de una comandante agraviada por el doble machismo sexual y corporativo; las fintas de Alonso para eludir el pago de medicamentos contra la hepatitis; los antiargumentos de Montoro en la amnistía fiscal con resultados enanos y su nula energía en la bajada de impuestos, la «ingeniería fiscal» que sigue eludiendolos, el escandalo de las Sicav y el galope del abismo entre clases; el descaro de Báñez en la manipulación de las cifras de empleo silenciando su precariedad, etc. etc. Todo esto y mucho más, augura el paisaje letal de las próximas elecciones. Y eso, sin mencionar el sumario Gurtel ni la amenaza «preventiva» de Catalá al juez que proseguirá su instrucción...