A lo mejor hay ahora un funcionario del Ministerio del Tiempo enredando en las elecciones andaluzas para que nada cambie. Nos estarán observando desde el futuro y tal vez traten de impedir que Podemos llene Dos Hermanas o que Rivera venga de nuevo a Andalucía. O a lo mejor la historia política de esta tierra nos depara una sorpresa, pero esta sorpresa va camino de quedarse en nada y ese agente/funcionario está actuando entre nosotros para que todo vaya según está escrito. En fin, no sabemos si usted ve o no la serie. Aunque seguro que ha oído hablar de ella. Es todo un fenómeno en la red. Sus guiones tienen inteligencia y humor y despliega unos usos no muy comunes en la ficción patria. No importa cómo se viaja (siempre al pasado). Lo importante es que hay que salvar a Lope de Vega aunque haya que aguantar sus vaciladas; no torcer nuestro destino de no combatientes en la Segunda Guerra Mundial, salvar al Empecinado, héroe contra los franchutes. Si Susana Díaz dirigiera el Ministerio del Tiempo enviaría a un funcionario a que impidiera que Sánchez se midiera con Madina. O, mejor, le encomendaría la misión de convencerla a ella misma, pero en el pasado, de que apostara por el vasco y no por el madrileño. Si el Ministerio lo ostentara Javier Arenas, habría ido al debate aquel y habría sido menos sobrado en la campaña de hace cuatro años. Tal vez IU quiera enviar a un funcionario a que impida la firma del pacto de hace unos años con el PSOE.

La serie la emite los lunes TVE a las 22 horas. Salvo ayer, que estaba prevista a las tantas para hacer una desconexión y echar el debate entre Díaz, Bonilla y Maíllo. Hay que joderse. Para una serie buena que hay y la omiten o postergan. Mira que hay días para el debate. En concreto, quince. Los candidatos viven en un tiempo paralelo, si esto es martes hoy es Almería... Y en ese plan. Viven en un tráfago, un ir y venir, un bucle de entrevistas y besos a niños, abrazos a desconocidos, mítines improvisados, bocadillos a cara de perro entre pedanía y pedanía, siestas en el coche oficial, proclamas, consignas, tuits y titulares. Viven en un ir y venir ruidoso pero al mismo tiempo aislante: rodeados de los suyos, endogamizados y con el embeleco de que están al cabo de la calle porque la pisan mucho. Ja. No hay ni un sólo paseo a cuerpo, a solas, a hablar con la gente. No sin mis asesores, les falta gritar. Parece que los ha secuestrado uno de esos funcionarios del Ministerio del Tiempo de los que hablamos para que no les pase nada, señal de que serán muy importantes en el futuro. Pero claro, ¿todos van a ser importantes? El tiempo electoral se alarga pero al mismo tiempo mengua. Hoy es martes y ya no saldrán más encuestas ni habrá más debates. Queda el arreón final, que está muy bien cuando exprimes naranjas o para culminar los doscientos metros espalda, pero que en una campaña más bien debería ser el descanso final, dado lo exhausto que electores y elegibles van a llegar al domingo. Ellos y los del Ministerio del Tiempo. Dentro de una semana casi todo será historia. Hablaremos de pactos y, de acuerdo a ese tiempo elástico, nos pasará respecto a la campaña como nos pasa en un quince de enero: parece que las navidades fueron hace un siglo. La paradoja es que no parece que fue ayer cuando empezó la campaña. También en estos momentos el debate de ayer fue historia. Hay titulares puestos antes de que comenzara. Hubo anoche guerra propagandística en la red. Hay un tío del futuro en mi despacho diciéndome que si no quiero equivocarme no me muestre seguro de nada. Y que el lunes vuelve la serie.