Otra Semana Grande que se nos va, hemos sobrevivido a sus idas y venidas y podemos contarlo. Aunque yo no me haya movido de mi magnífico barrio porque las aglomeraciones me dan alergia, me ha llegado la información de que, este año, los tronos y sus cofrades han hecho el recorrido procesional con mucho ritmo y mejor compás, y con todo el respeto que como personas merecen, los malajes no han podido empañar la brillantez de sus recorridos y el recogimiento de sus devotos. Como debe ser, como debería seguir ocurriendo si queremos que esta bonita costumbre llegue a nuestros tataranietos. En vuestras manos está.

Estamos ya tan acostumbrados a oír decir a nuestros políticos que la crisis es agua pasada, y no nos lo creemos, pero, miren ustedes por donde, esta semana he recibido unas señales que me hacen recapacitar -sin que sirva de precedente-: he recibido tres convocatorias a concursos literarios de otros tantos rincones de la piel de toro. Si nuestros munícipes se pueden permitir gastar un puñado de euros en cultura es porque les sobra de verdad. Y no soy mala, mala, sólo vieja, que aunque no da lustre, sí incredulidad, pasotismo y hermosura -eso mucho más- porque, nuestra báscula, la ha tomado con las de mi quinta, no sé si es que quiere que la decoremos o que, en un ataque de rabia, nos quiera amargar nuestra vejez, con lo contenta que estamos siempre.

Bueno, amigas, aunque los de mi edad ya no debemos guardar vigilia, o eso dice mi amiga Mariví, yo, por si, me voy a acercar a las playas de mi barrio para comerme unos espetos que me quiten las penas, porque éstas sí que te marcan las arrugas, la risa también, pero queramos o no ellas tienen un vocabulario muy extraño que canta cosas que te llegan al alma y al peso.

*Mª Rosa Navarro es licenciada en Historia Medieval y arqueóloga