Con las dos cámaras en contra, Obama está en pleno sprint. Soprendente cojera la del presidente que el año próximo quedará fuera de juego sin posible prórroga. Si llegan a la Casa Blanca, la derecha y la ultraderecha cobijadas en el partido republicano encontrarán un conjunto de hechos consumados por decreto, que mejoran la imagen del pais en el mundo y pueden ser muy influyentes en el llamado «concierto de las naciones», generalmente desafinado, estridente y rasposo como una orquesta de bolos. El inicio de negociaciones para desbloquear del embargo a Cuba y el aún balbuciente pacto ´stop nuclear´ de Irán son trascendentes para el nuevo orden que la diplomacia presidencial intenta propiciar en el continente americano y en Oriente Medio. Los cubanos de Miami y el lobby sionista votarán en peso contra el candidato o candidata demócrata. Pero eso es lo que han hecho siempre.

Triunfos de la diplomacia después de que la intervención bélica o las sanciones económicas hayan fracasado con altísimo coste de polarización y hostilidad continental, o de vidas humanas y radicalización terrorista. A ver quién se atreve a derogar los logros consolidados por estas iniciativas durante el tiempo que resta al segundo mandato de Obama. Con un respaldo parlamentario tan frágil como el actual, ha perdido el miedo a la derechona y está haciendo viables la cobertura médica y social de los ciudadanos, una mentalidad humanista ante la inmigración, la reparación del viejo e impresentable boicot a Cuba y la moratoria de la amenaza atómica en la región más caliente de la Tierra. Si cierra Guantánamo y desactiva la tensión con Venezuela, su posteridad estará llena de logros por la paz y la justicia.

Estoy muy lejos del interesado facilismo que asigna a la democracia USA la calidad de modelo. Con todos sus errores y claudicaciones, las democracias europeas son mucho más exigentes en principios y valores. La supervivencia de la pena de muerte o la cadena perpetua, netos productos de la derecha más desubicada y rancia, encabeza las objeciones a un sistema abusivamente intervencionista y estimulador de «lobbies» de poder económico que se injieren a ojos vista en el poder consagrado por las urnas. El legado de Obama, con frecuencia lastrado por una imagen de impotencia, puede mejorar decisivamente si consolida las acciones de su sprint final. Un supuesto que, frente a la realidad conservadora del actual Congreso, mejorará las bazas de la candidatura demócrata.