A pesar de haber sido devorada sin piedad por Serena Williams en la final de Miami (6-2 6-0), Carla Suárez se ha convertido por méritos propios en una «grande». Su nivel este año es de top ten y así se lo reconoce el ranking esta semana. Pero el camino de Carla hacia la élite del tenis femenino ha sido largo. Desde los 8 años estuvo en manos del técnico grancanario, Alfonso Pérez, que le acompañaba a todos los torneos, como su sombra, como un padre. Él la hizo como es y dejó la perla medio pulida en 2007 en manos de la Academia Pro-AB Team de Barcelona. Entraba en su vida el entrenador Xavier Budó, pieza clave de su éxito. La joven canaria, de sólo 1,62 metros de altura, era conocida en el circuito ITF por su potencial tenístico, especialmente su revés a una mano, una auténtica rareza en el tenis femenino actual. Un golpe bello y dominante comparable al del mejor Gastón Gaudio en el tenis masculino.

En 2007, Carla cayó en segunda ronda en el 50.000 $ del Club de Tenis Torrent (Valencia), en el que ya entonces fue finalista Andrea Petkovic. Por aquel entonces, la alemana ya iba como un cohete y Carla tenía que dar un giro a su carrera. Con su bolsa de Wilson en la espalda, comentaba siempre jovial, que le gustaría ser como Justin Henin, quizás porque la exnúmero uno del mundo belga era menuda, guerrillera y también pegaba el revés a una sola mano. Tenía entonces 19 años. Justo en el momento en que se marchó a seguir con su carrera deportiva en Barcelona para intentar madurar allí como tenista. Ocho años después está entre las elegidas del Circuito.

Su entrenador Xavier Budó la está dotando de las mejores armas que puede tener aplicando su forma de entender el tenis sobre la base del talento, la estrategia y el control mental. Por supuesto le cambió la raqueta para una mayor pegada, le mejoró la preparación física y le enseñó a especular menos con la bola. Pim, pam pum, tres o cuatro tiros y al saco. El objetivo, poder competir con las cañoneras. Para Budó, el secreto está en manejar el 80% del partido que es el que no se juega, es decir, aquel en el que entra en liza la motivación, la concentración, el miedo o la confianza. El 20% restante es juego y esfuerzo, lo que mejor saben hacer las tenistas. Hay jugadoras con un tenis brutal, que mentalmente son débiles y no son ganadoras. Carla Suárez es una apisonadora mental sobre la pista y una operaria de lujo al poner en práctica la estrategia del coach.

A simple vista parece una júnior frente a las gigantes americanas o rusas, parece que su bola no es un misil y sin embargo, pesa, bota alto, lleva efectos. Carla tiene variedad de golpes y distintas velocidades, suficiente para desconcertar a las rivales, muchas de ellas demasiado robotizadas.

Pero lo mejor es que estamos ante la eclosión de una armada femenina de muchos quilates. Junto a Carla nos esperan años dorados con Garbiñe Muguruza (21 años), la valenciana Sara Sorribes (18 años) y la gerundense Paula Badosa (17 años). Junto a ellas acechan Lara Arruabarrena, Silvia Soler, Tita Torró. Estamos de enhorabuena. El tenis femenino ha vuelto.