Tras 35 años portando sobre mis hombros a mi Estrella, mi devoción, honor y dignidad no son negociables. El día de la procesión fui objeto de un escarnio al situar en mi puesto al hijo de un mayordomo de trono por orden y mandato del mismo. Además, fue con premeditación y alevosía pues me enteré de tal despropósito por casualidad 15 minutos antes de la salida. Debido a eso doy por finalizada mi relación con la hermandad; me han quitado portar a mi Virgen, pero jamás podrán quitarme llevar a María Santísima de la Estrella en mi corazón. La ausencia de tacto, sensibilidad y ética hacia personas que lo han dado todo por la cofradía es la moneda que recibo a cambio. Asuntos como éste, es decir, anteponer criterios familiares, de favores recibidos u otros intereses personales prevaleciendo ante valores como la antigüedad, méritos, lealtad y sacrificio, ofrecen una imagen de podredumbre y miserias humanas que convierten a colectivos en ámbitos deleznables, ruines y pretenciosos. Ojalá decisiones futuras que sean delicadas y sensibles se tomen atendiendo a la objetividad, coherencia e integridad sin menoscabo de los sentimientos y valores personales. No obstante, la responsabilidad recae en la persona de máximo rango (hermano mayor), que delega estas funciones en personas sin escrúpulos o carentes de sentimientos al permitir estas tropelías como norma general de proceder. Viva María Santísima de la Estrella y nuestro padre Jesús de la Humillación.