En España hemos conseguido un triste record de vergüenza. La Junta Directiva Nacional del Partido Popular, que debería reunirse cada cuatro meses, pero significativamente llevaba sin hacerlo dos años, ha sido convocada por fin por Rajoy, tras el descalabro en Andalucía. Pero sólo para oírle decir que había que prescindir de cualquier disensión interna y seguirle mansamente al abismo al que los y nos lleva. Nadie más pudo tomar la palabra, y dio «abruptamente, el acto por concluido», como denuncia su diputada Álvarez de Toledo, que ha tenido que hacer pública, pues, su opinión en la prensa. Los dirigentes del PP han tenido que tragar su propia medicina, la Ley mordaza que habían impuesto a los demás ciudadanos.

Así ha demostrado al máximo Rajoy en su misma sede -que rezuma corrupción hasta en su reforma€ arquitectónica-, su carácter antidemocrático, única forma que tiene ya de tapar la ruina que, en cuanto ha podido, ha provocado, recortando incluso España al agravar mucho el problema con Cataluña, principal crítica que le hace dicha diputada, que denunciaba en la misma puerta de esa malograda «Junta» un catalán. «Con dictadura, hasta un burro sabe gobernar», decía el político Cavour; al menos, añadamos, que encuentre seres racionales y no cobardes, que le frenen, como es su deber, cuando empieza a desbocarse, señora diputada, que sólo ha reaccionado cuando ella misma ha sido la amordazada.