No cabe la menor duda de cómo algunos empleados públicos, seguro que muy pocos, se rebozan en su salsa y nos confunden acerca del estado de nuestros derechos. Voy a recoger un certificado postal de Hacienda -lo que es toda una experiencia sexual- a la oficina de Correos en Paseo de los Tilos 59, acompañado de DNI, tarjeta de CIF, escritura de administrador único de una eseele, certificado bancario€ Y me dice quien se aposta tras el mostrador que no, que no me da el envío postal si no tengo sello de la empresa. Señora, pero si no tengo obligación de tener sello alguno y le puedo acreditar por siete medios distintos mi identidad y por eso he venido cargado de papeles. Que no. Pero lo más grande es que le pido la norma en la que figura que para entregarme el papelito se hace mención del sello, y la trae. Luego el problema ya no es sólo de ella -y de esa obediencia debida aunque sea contra las más elementales atenciones al ciudadano- sino de quien la parió, la norma, digo. Cumplimento la correspondiente reclamación de servicio, me entrevisto con su jefe y€ para nada. Eso sí, le digo que la norma no habla de cómo ha de ser el sello y que puedo improvisarlo con tinta, pero no traga. La Administración Pública se empeña en hacernos perder el tiempo, el dinero y la paciencia y yo diría también que el respeto por ella misma. Por eso quiero menos Estado, más empresas con espíritu de atención al cliente -porque si no, cierran, mientras que el Estado no cierra nunca-.

Huyo de aquella oficina pública y poseída y me entero de que a Fernando Chapado, el presidente de Custodia Compartida, su ex le ha denunciado por abusos sexuales a su hija, de poco más de tres añitos. Es ya un condenado a muerte. Mientras tanto, Asunción Vives, una mujer que se rebela ante la injusticia de que la presunción de inocencia exista sólo para la mujer y no para el hombre -¡hasta donde hemos llegado, que te quitamos la venda de los ojos, diosa mía!-, me remite un audio en el que denuncia el maltrato de una mujer contra un hombre y la telefonista que le responde desde una asociación contra la violencia de genero le dice que allí no es. Con dinero público se discrimina al hombre, como si no pagara impuestos. Pero€ ¡ay, Fernando López Aguilar! Ahora te ha tocado a ti, tú que preparaste la cicuta que muchos han tenido que beber, ahora te la llevas a los labios y has de sorber y echarte al coleto el más amargo de los tragos. El exministro de Justicia del PSOE eliminó en estos casos la presunción de inocencia del hombre del Código Penal. Eso sí, con los votos del PP, que si no les aplican la ley de Lynch. Así, una denuncia por malos tratos contra un hombre implica su detención y conducción, esposado, a los calabozos, y si es viernes mejor, para que pase el finde invitado. La misma denuncia contra una mujer no conlleva su arresto. La presunción de inocencia, base del Estado de Derecho, es nuevamente una quimera. ¿No dijiste aquella barbaridad de que «las denuncias falsas son un coste asumible de la Ley de Violencia de Genero»? Bebe un poquito más, Fernando. Todo esto sucede a la vez que PSOE y feministas montaban un gran alboroto porque la Guardia Civil había difundido dos tuits: «cuando maltratas a una mujer, dejas de ser un hombre», y el correspondiente a la mujer que maltrata a un hombre, que también dejaría de ser una mujer, digo yo. Y recuerdo aquel óleo sobre lienzo, en Moulins, de Los hombres del Santo Oficio (1889), de Jean-Paul Laurens. Sólo que ahora también hay mujeres. Fernando, en estas horas amargas te dedico unos versos de Manuel Fernández Mota en La voz estremecida (1975):

Estoy aquí con furia de torrente/y un cuajarón de sangre y de retama./Estoy aquí. Mi hora se derrama/como una tarde agónica y silente./

Peregrino del polvo, lentamente/consumo los senderos de la llama./Lentamente la luz muere en la rama/y la voz se me va con la corriente./

Estoy aquí, cansado de horizontes,/ya curtido en dolor, enmudecido,/y esperando no sé qué día o viento./

Busco en las brumas, busco por los montes/el rastro que me lleve a tu latido/o el oído que escuche mi lamento.

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