Hubo una época en la que el Madrid ganaba los partidos con las paradas de Casillas y los goles de Ronaldo, el brasileño. El Atlético firmó una temporada histórica, la pasada, fiado a la rentabilidad de Courtois y Diego Costa. Ahora le falta un delantero tan resolutivo, pero por lo visto el martes vuelve a contar con un portero de garantías. El 0-0 al descanso del séptimo derbi de la temporada solo se entiende por la inspiración de Oblak, que se creció a partir del paradón que le hizo a Bale en el minuto 3.

Hay jugadas que marcan un partido y, como en este caso, quizá una eliminatoria. Aunque haya que entrar en el terreno de la especulación, todo hubiese sido diferente con un 0-1 tan rápido. Con su puerta a cero, el Atlético pudo profundizar en el tipo de partido que más le conviene. Es verdad que sufrió, que fue ampliamente superado por el Madrid, pero ya no concedió ocasiones tan claras. Y supo que tenía las espaldas bien cubiertas.

El Madrid no tiene nada que reprocharse por ese primer tiempo. Inició bien el juego, movió el balón con rapidez y criterio, llegó con opción de tiro a posiciones de remate y presionó con eficacia tras pérdida, cortando de cuajo los intentos de contragolpes locales. Si no transformó todo eso en goles fue, Oblak aparte, por cuestión de centímetros o de décimas de segundo. Y también por el espíritu defensivo del Atlético de Madrid, avezado en las ayudas y generoso en el esfuerzo para guardar su meta.

Para el Atlético alcanzar el descanso con el empate a cero fue como llegar a la tierra prometida. Como ha ocurrido a menudo desde que se hizo cargo del equipo, Simeone aprovechó el descanso para ajustar algunas piezas y reprogramar la cabeza de sus hombres. Los atléticos volvieron al campo convencidos de que había pasado lo peor y de que era su momento. En buena medida, lo que ocurrió en el segundo tiempo fue mérito suyo. Pero el Madrid también tuvo algo que ver.

Como ocurriera en el Camp Nou tras el gol de Luis Suárez, el Madrid perdió el control del partido del Manzanares en el segundo tiempo. Al principio pareció consecuencia de la actitud y los retoques tácticos rojiblancos, con mayor protagonismo de Arda Turan y Koke. Pero según transcurrieron los minutos pareció evidente el bajón físico de jugadores que habían monopolizado el balón y el ritmo del partido antes del descanso, como Modric, Kroos y James. Una impresión que se acrecentó en el último cuarto de hora pese al significativo cambio de Ancelotti en la búsqueda de equilibrio: Isco por Benzema.

En condiciones normales, al Madrid le hubiese bastado la primera media hora para encarrilar el partido y las semifinales. Pero a estas alturas, en Europa ya no quedan rivales amables, que sacan la bandera blanca en cuanto reciben un par de acometidas, por fuertes que sean. Y menos el Atlético de Simeone. Para aspirar a la undécima, los de Ancelotti necesitan continuidad y, por supuesto, que su trío atacante responda a la altura de su fama y de sus números. Porque si alguien rindió por debajo de lo esperado en la batalla del Calderón fue la BBC. En una noche mínimamente inspirada de Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo, un «cero» resulta inimaginable. Incluso con Oblak entre los palos.