El consumo y la sociedad del confort nos han hecho olvidar la relación e interconexión que existe entre planeta, persona y sociedad. Hemos olvidado que estos tres entes son la misma cosa. Por este motivo el día 22 de abril cada año se celebra el Día de la Tierra, instaurado para crear una conciencia común a los problemas de la superpoblación, contaminación, conservación de la biodiversidad, así como de los restante problemas ambientales que atacan la Tierra.

Un botón de muestra son los problemas que padecemos en Andalucía. Pondré algunos ejemplos de ellos: la urbanización del Parque Natural del cabo de Gata o la sobreexplotación de acuíferos, en Almería; la contaminación atmosférica del Campo de Gibraltar debida a la concentración industrial, en Cádiz; la contaminación de suelos y acuíferos por nitritos, en Córdoba; contaminación provocada por residuos de invernaderos y desertización por malas prácticas agrícolas, en Granada; la contaminación atmosférica y de los suelos con una elevada presencia de metales pesados como cadmio y cinc, por la fabricación de ácido fosfórico, en Huelva; explotaciones de fracking y pérdida de suelo debido al monocultivo del olivar, en Jaén; la contaminación acústica producida por la industria del ocio, la contaminación atmosférica ocasionada por el tráfico y el urbanismo salvaje, en Málaga; la contaminación del acuífero Nieblas-Posadas, mayor reserva de agua de la ciudad de Sevilla, debido a la explotación minera de Cruces a cielo abierto.

Con ser de máxima gravedad los problemas ambientales indicados, revelan una injusticia aún mayor: el coste social que se manifiesta en muerte y problemas de salud para un elevado porcentaje de andaluces, que se traducen en: cáncer, perdida de fertilidad, efectos mutagénicos, trastornos del sistema inmunológico y nervioso, afecciones del sistema respiratorio, trastornos del sueño, etc., que descubren una política de tierra quemada por el saqueo medioambiental que causa el consumo de recursos y la destrucción de servicios ambientales (agua, aire y tierra limpias). Aunque estos efectos son definidores de la realidad en la que vivimos, estos problemas siempre son silenciados. Sólo es mencionado el gran beneficio económico que representa para la población la instalación en una localidad de una industria.

El problema creado se llama delito contra la salud pública y tiene un culpable identificado que se llama industria: sea química, agropecuria, de la construcción, del ocio, petrolífera, hidroeléctrica, farmacéutica, etc. Ésta usa en el desarrollo de su actividad estrategias militares utilizadas en la guerra de Vietnam como las free zones o la search and destroy. La máquina industrial busca y tiene como único objetivo la obtención del máximo beneficio. Y la inacción del Estado no estableciendo el principio de precaución, como principio básico de prevención y protección de los ciudadanos, lo convierte en cómplice y títere de la industria. Frente a la industria (ellos) nos encontramos los ciudadanos (nosotros) abandonados en nuestros derechos, agredidos y lesionados en nuestra salud y en nuestra vida. Sólo nosotros mediante reivindicaciones comunes y sostenidas pondremos fin a la contaminación que nos está minando. Debemos dejar de vernos únicamente como seres individuales para considerarnos también como un sujeto colectivo.

Para abordar la solución de los problemas medioambientales debemos matar al homo economicus y recuperar la vinculación con la materialidad de la tierra. Para lograr este objetivo es necesario introducir como principio esencial de la actividad económica el principio de precaución. Debemos tomar conciencia de que únicamente somos usuarios del planeta y no propietarios del mismo y que por tanto debemos asumir nuestros deberes con éste. Hemos de concebir el estatus de ciudadano como una vinculación del hombre con el planeta, a modo de una ciudadanía de la tierra, no sólo como un conjunto pasivo de derechos otorgados por un Estado. La ciudadanía de la tierra de este modo es un modo de vida que debe ser practicado en cada momento y en todo lugar, que busca el bien de la comunidad planetaria y que convierte a cada hombre en un proyecto ético y estético irrepetible. Una tarea necesaria para comenzar a transitar por esta vía es transformar el Día de la Tierra en una jornada de movilización universal con la potencia que tiene el 1º de mayo, que inspire y alimente a la gente a la movilización y a la reivindicación de los problemas ambientales que sufren y que retroalimente a su vez la siguiente movilización del Día de la Tierra, en un bucle continuo hasta que este día celebre la fiesta que es la vida en este planeta. Hasta el próximo miércoles.