Ni en almoneda encuentro quien lo compre. Mariano Rajoy está tocado más de lo que parece. Se ha levantado la veda dentro de su partido, por lo que yo sé. Tocado y hundido a la vista de lo que pueda suceder el 24 de mayo, en las elecciones por venir con todas las encuestas anunciando una debacle del PP. Rajoy parece un autista, alejado de la realidad. No parece enterarse de que a su alrededor nace la corrupción y los corruptos como las esporas en primavera. La penúltima carga de profundidad tiene una marca: Rato y sus raterías. Y lo que está por venir. Rajoy, con cara de boxeador groggy, sonado, se curaba en salud cuando dijo que ya no podía intuir lo que está por llegar. Un presidente, cercado e inmerso en el paro y la corrupción, no debe esperar a que se repita la historia del «váyase señor González». Señales y no de humo de un fin de época, como sucedió con la UCD.

Y, para terminar de arreglar tanto entuerto, sale a la palestra María Dolores de Cospedal, le traiciona el subconsciente, y habla del PP como partido que ha «saqueado» y su feroz contrincante en el partido, Soraya Sáenz de Santamaría, nada menos que en el Parlamento, proclama que sí hubo amnistía fiscal, con sonoro cabreo de Montoro y cara de perplejidad del ministro Margallo, sentado a su lado. Mariano Rajoy, con el susto anclado en su mirada, ya no sabe a dónde cogerse, ni qué hacer. Le salen enanos por todas partes y el campo que debe atravesar no ha hecho más que empezar. Un campo sembrado de minas de espoleta retardada que tiene nombre y apellidos. Y todo, sin que Rato haya abierto la boca y Aznar guarde un estrepitoso silencio cuando gran parte de la corrupción que ahora aflora en su partido se gestó en sus mandatos. A Aznar lo pasearán por algunas autonomías a ver si él consigue detener la hemorragia de votos. O sea, salvador.

Y para seguir alegrando el gusanillo de Rajoy en su permanente galbana, aparecen en la palestra dos de sus más cercanos acólitos, Federico Trillo y Martínez Pujalte, a los que la oposición en su conjunto los ha tildado, cuanto menos, de haberse lucrado de forma escandalosa, siendo diputados, con el asesoramiento verbal a una constructora de obra pública. La Agencia Tributaria no ha encontrado informes que justifiquen los ingresos: 354.560 € Trillo y 75.000 € Pujalte.

Con todo hay que mirar al sur, a nuestra tierra. José Antonio Griñán ha dado un paso importante para facilitar la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta. Nunca tuvo Griñán apego al poder y es sabido que no estaba por la labor de sustituir a Manuel Chaves como presidente de la Junta. No fue Griñán muy dado a los honores, ni a transitar por senderos donde no pudiera ejercer de Griñán, pero le tocó la china y haciendo honor a su acendrado espíritu de servicio público saltaron las iniciales resistencias. Griñán, vestido de presidente, luchaba por seguir siendo fiel a sí mismo porque el cargo le resultó, en muchas ocasiones, demasiado pesado y borrascoso. Perdió o se enfriaron amistades, hubo costes familiares y con el caso ERE sobre su cabeza, cedió el testigo a Susana Díaz en un acto de responsabilidad no debidamente enjuiciado. Ahora, de nuevo y de formas definitiva, deja la política y se dedicará al placer de no hacer nada para hacer mucho. Y, además, puede favorecer la investidura de Susana Díaz. No sé si es el sentido de responsabilidad el que le hace dar este paso o el hastío y asco que le ha producido transitar por un horrendo calvario como el vivido en los dos últimos años. Recto y generoso, Griñán deja la política con dignidad.