Fancisco de la Torre presentó ayer su programa electoral. Remarcó dos palabras: austeridad y empleo. O sea, el vocablo más detestado y una competencia que no tiene. Dice el candidato popular que si gana va a bajar o mantener impuestos para que el Ayuntamiento recaude cincuenta millones. Podríamos titular esta crónica: el Ayuntamiento de Málaga es rico. Y conste que nos parece bien. El título y que no nos sangre. De lo que dudamos es de que se pueda, de que lo haga. De que sea verdad. Nótese que es una promesa clásica. Redonda, sonora, efectista, hecha en el tiempo y la forma justa. O sea, con todas las hechuras de camelo electoral. Suprimir los ocho coches oficiales, dice. Eso fue una medida audaz hace diez años, necesaria hace cinco, obligada hace tres o cuatro. Ahora es tardía. Demodé. Impropia y muy de vieja política que no halla el mapa de los nuevos tiempos. Supone además una gracieta hacernos creer que los concejales van a ir a pie o pagando de su bolsillo la gasolina de su coche a todos los sitios. Nos van a salir más caro los taxis. Además, es que no hace ninguna falta que el ejercicio de la política sea cutre e incómodo. Con una sola medida sin tanto efecto (lo dejamos a la imaginación del lector, pero se nos ocurren al menos diez) se ahorra el triple.

De la Torre promete congelar los salarios de los cargos públicos y directivos del Ayuntamiento, que no son de los que pasan hambre precisamente, abrir un concurso de ideas para el Astoria-Victoria, crear una oficina de captación de inversiones y hacer un centro comercial en los terrenos de Salyt. La medida respecto a los salarios es el reconocimiento implícito de que cobran mucho. Le da la razón a IU y PSOE. Lo del concurso de ideas es dar por bueno que su equipo no tiene ninguna a este respecto. Para la zona de Salyt es extraño que no proponga un museo.

No hay grandes promesas ni grandes proyectos concretos esta vez. Sí muchas propuestas de micro actuaciones o mejoras, como soterrar la zona de Cánovas. Es lógico: De la Torre ha hecho mucho y bueno, ha llenado la ciudad de museos y ésta en estos años se ha transformado para bien, está mejor e irreconocible respecto a hace, por ejemplo, una década. Otra cuestión es si el progreso podría haber sido mayor, si es sólo mérito del Ayuntamiento y si su proyecto está agotado. De la Torre ha diseñado una campaña personalista en la que ha arrinconado el logo del PP, que le estorba y que seguramente le resta votos. Se ha rodeado de un equipo de fieles (todo el mundo es fiel, claro, hasta que deja de serlo) se ha arremangado y le ha dicho a sus íntimos que va a sacar dieciséis concejales. Al que va de diecisiete suponemos que no le ha comentado nada. Está ante el enésimo reto de su vida electoral, con más cicatrices y batallas políticas que nunca y con más adversarios enfrente que otras veces. Suele subir los escalones de forma rauda para dar sensación de agilidad y al contrario que otros políticos es en campaña electoral cuando menos a gusto está. Quiere que se planten 40.ooo árboles. Y habla hasta de un plan contra el absentismo escolar. Su equipo le ha dicho que incida en cuestiones sociales y sus adversarios le recuerdan que es dirigente -y ha sido senador- del partido que, tal vez a la par que los conservadores de Fernando VII, más faenitas le ha hecho a la clase media. Para redimirse promete ir a pie, plantar pinos y bajar impuestos.