De la escena de mamá Toya Graham sacando a gorrazos a su niño Michael de la manifestación de Baltimore me quedo con la cara de otros quinceañeros ante la tragedia del colegui, al que mamá le ha cortado la corriente en pleno rito de paso por el expeditivo método de arrancar el cable. Cosas así han pasado siempre en las familias, pero ahora el suceso se hace evento global. ¿Qué será de Michael en el futuro?, ¿en qué se reciclará su vergüenza infinita?, ¿enderezará rumbo, y gracias a la beca que alguna universidad tal vez le reserve desde ahora llegará a dirigir un banco de negocios, y quién sabe si hasta la White House, para lo que tiene ya media campaña hecha, como perdedor redimido a tiempo?, ¿o la rotura de fibras en la autoestima hará de él un peligroso delincuente? Y en cuanto a Toya, ¿cómo digerirá su condición de icono mundial del coraje, tras haber caído en la red de las redes?