El pasado día 28 de abril, curiosamente onomástica de Menandro, comediógrafo griego, amigo de Epicuro y sucesor de Aristóteles en el Liceo, y de Prudencio, poeta hispanolatino del siglo IV d.C., nacido en Calahorra, dos referentes de la cultura clásica, el Ateneo de Málaga, cercano ya a su cincuentena, entregó un año más las medallas con las que reconoce a las personas e instituciones que se han destacado por su trayectoria profesional y por su aportación a la sociedad. Un año más, bajo la dirección de su actual presidente, maestro en la vida, pero también en el arte del diálogo y del consenso, e irreductible en la defensa de los derechos del hombre y del ciudadano, no en vano pertenece a esa generación de españoles que levantaron este país tras la salida del túnel del franquismo. Él lo hizo desde las aulas, armado de tiza y de pluma, procurando desde la escuela ciudadanos bien formados y críticos, la mejor garantía para un futuro que, sin embargo, ahora parece desvanecerse ante los ojos atónitos de aquella misma generación de españoles que se arremangaron en la transición para construir un país mejor. Aquel maestro dirige desde hace unos años los destinos del Ateneo con el pulso firme de la convicción del poder emancipador de la cultura, navegando hoy contra viento y marea en una ciudad que antaño fue cuna de las vanguardias y que hoy aún duerme complacida en un presente que no es sino un trampantojo diseñado por unos políticos que han relegado la cultura a la trastienda de la sociedad, o al maquillaje estético de las operaciones de marketing, aunque ahora se acercan a ella ante las distintas citas electorales.

No ha sido fácil el trabajo del Ateneo para recuperar su papel en la sociedad malagueña, aquel que tuvo en los primeros años de nuestra democracia, y hoy indiscutible. En los últimos años, al acertado empeño del fiscal Antonio Morales Lázaro, hoy al frente del Consejo Social de la Universidad de Málaga, y del veterano periodista Luciano González Osorio, cuya actividad ateneísta ha prolongado al frente de la Federación de Ateneos de Andalucía, de convertir el Ateneo en una institución cultural de referencia, le sucedió el pedagogo Diego Rodríguez Vargas, con tal ímpetu y sentido de la organización que ha situado al Ateneo a la vanguardia de la cultura malagueña, con un equipo directivo heterogéneo y compacto a la vez, una mezcla de savia joven y madurez experta, que lleva a cabo una programación sin parangón en el ámbito cultural malagueño, y que sobresale en el panorama ateneísta español, que paradójicamente no vive sus mejores años.

La gala del pasado martes fue una muestra de la capacidad de convocatoria del Ateneo, de la elegancia y del buen hacer que caracteriza a la institución, amenizada por la Orquesta Joven Promúsica, bajo la batuta de Javier Claudio, y conducida por una de nuestras mejores voces de la radio, Esther Luque, todo un ejemplo personal y profesional. La gala atrajo de nuevo a lo más granado de la sociedad local, políticos, periodistas, intelectuales, artistas, con una presencia abundante de profesores universitarios, que venían a mostrar su apoyo a la galardonada Facultad de Ciencias Económicas en su 50 aniversario, y a su infatigable decano, Eugenio Luque, demostrando la cercanía que desde sus orígenes ha tenido la universidad con el Ateneo. Para muestra basta un botón. La medalla para la facultad pionera fue presentada por quien mejor representa a la institución universitaria, la rectora Adelaida de la Calle. El catedrático del Conservatorio Superior José María Puyana, más de cuatro décadas al frente de la Banda Juvenil de Música de Miraflores-Gibraljaire, fundador y director de esta cantera musical, presentado por Paula Coronas, una de nuestras compositoras de mayor proyección; el catedrático de Pedagogía Miguel Ángel Santos Guerra, colaborador de este mismo diario, el profesor que mejor conoce a los profesores, personalidad conocida en todas las latitudes donde existe preocupación por el trabajo docente, presentado por Encarna Soto, una profesora comprometida con la calidad y con la innovación; el periodista y poeta José Infante, Premio Adonais de Poesía, presentado por el también poeta Francisco Ruiz Noguera, director de la Cátedra María Zambrano de la Universidad de Málaga, y Flor de Torres Porras, fiscal Delegada de Andalucía de Violencia sobre la Mujer, persona comprometida con la sociedad y con las mujeres en su lucha contra esta lacra secular que no cesa, presentada por el fiscal Jefe de Málaga, Juan Carlos López Caballero, quien defendió la necesidad de seguir en el mismo camino de compromiso, y que agradecía al Ateneo la visibilidad que este homenaje daba a su profesión, siempre en la penumbra. Cinco historias de vida, cinco medallas, cinco reconocimientos que se suman a la larga lista de nombres ilustres que el Ateneo viene reconociendo cada año.

La sintonía con la ciudad, las sinergias con sus instituciones, la defensa honesta de un modelo de gestión cultural ético y responsable, comprometido con su tiempo, independiente, ajeno a la adulación y a la programación fácil, defensor de los valores democráticos, plural, capaz de afrontar los nuevos retos que le exigen los cambios sociales, culturales, y económicos, para dar una respuesta crítica y constructiva a las grandes cuestiones de nuestro tiempo, son algunas de las cualidades y de las señas de identidad de este nuevo ateneo, que sin embargo no renuncia a seguir reivindicando a los clásicos como base de la construcción cultural contemporánea, de donde nacen las verdaderas vanguardias. Desde la esquina histórica que el Ateneo ocupa hoy en la plaza de la Constitución, el eje vertebrador de la ciudad antigua, Málaga se asoma a la cultura. Desde allí esta institución que pronto cumplirá medio siglo de existencia se afana a diario en servir a su ciudad, ofreciéndole desinteresadamente lo mejor del panorama cultural, y estableciendo redes de conocimiento que sitúan a Málaga en el complejo mapa de la cultura en todas sus formas y manifestaciones. Pero es también la hora de seguir apoyando desde las instituciones sociales, económicas y políticas malagueñas, de manera recíprocamente desinteresada, a este Ateneo de medalla, espacio singular de libertad creativa, para que pueda seguir construyendo ciudad desde la cultura en beneficio de todos.

*Juan Antonio García Galindo es catedrático de Periodismo de la Universidad de Málaga