Cada año, desde que te fuiste aquel 8 de mayo, me recuerdo que tengo una columna que escribirte. Y lo hago porque me lo prometí entonces. No hace falta que yo recuerde machaconamente cada año que tu vida se quedó en un ascensor, quienes tienen que recordarte lo hacen sin necesidad de estos detalles que parecen más de cara a la galería que otra cosa. Hace un par de años regalé a mis hermanos y a mis padres cuatro cuadros con varias fotos de la familia, somos nosotros, los seis Cristófol Rodríguez en distintos momentos de nuestra vida. Sin embargo, tú eres la única persona que sale junto a uno de nosotros. Feliz, como siempre, abrazando a mi hermana. ¿Cómo vamos a olvidarte? Cada año que pasa es una marca más en la pared de esa puerta de calle Strachan donde te acompañaba a veces mientras te fumabas esos cigarros que sabían a conversaciones inteligentes e interminables. Ay, lo que me hubiera reído contigo si hubieras estado trabajando este año. Vaya campañita€ Y Houellebecq ha escrito otro libro, pero se le ha ido mucho la cabeza. Mucho más, sí. De Pedro Moreno Brenes poca cosa podríamos hablar, pero comentar sus entradas en su muro de Facebook nos daría para echar una copa de vino en calle Echegaray. O dos. Ah, a otra que se le ha ido un poco de las manos todo es a Rosa Díez, se vino arriba, se hizo fuerte en su sillón y se le ha desmontado el chiringo. Vaya plan. Así que cada año volveré a sonreír pensando en todas estas cosas que nos unían. Además, llevo una rachita periodística en la que estoy disfrutando mucho, creo que desde que me cruzaba contigo en las ruedas de prensa no me sentía tan feliz de haber escogido ser periodista. Y en cada cosa que hago y que escribo hay un poquito de tu buen rollo, de tu colmillito, de tus historias, de tus locuras€ El año que viene te vuelvo a escribir, pero aquí nadie se olvida de ti.