Pero la Fundación de los Comunes dice que no se cierra el patio de La Casa Invisible y la clausura cautelar del alcalde queda en letra muerta. Porque hace tanto tiempo que no se cumple la ley que cada día cuesta más hacerla cumplir, ya no hay costumbre. Allí saben, como en el barrio de Gamonal en Burgos, y en tantas otras ciudades y pueblos de España, que pueden saltársela a la torera y pueden desafiar públicamente a la autoridad y que el PP reculará porque no quiere malos rollos. La titularidad municipal es papel mojado, no vale nada, y con ella la propiedad en general, principio del Estado de Derecho. Lo que cuenta es la mirada desafiante, o la violencia, o la amenaza de la violencia. Y después llega un @antictona y llama corruptos a De la Torre y a Rajoy y ya veremos qué pasa. Deberían localizar a @antictona, reclamarle que probara sus palabras y, al no poder hacerlo, burlarlo en la plaza pública digital, que ahora es la que cuenta. Si todo sale gratis pues disparamos cada vez más alto. Parece como si a los gobernantes les hubieran puesto en una copa la burundanga (o escopolamina). La familia de las solanáceas (estramonio, beleñero blanco, burladora o mandrágora, entre otras) parece que es de consumo común entre nuestra casta. Estas plantas provocan depresión del sistema nervioso central, falta de respiración y parálisis y pueden llevarte a la muerte. Y porque estamos en campaña y aunque sea como zombis hay que moverse de acá para allá, que si no... Y me detengo atento al currículum de los candidatos a pisar la Casona. Parece que los estudios van de derecha a izquierda, 19 licenciados en la lista pepé, 11 en la peeseoé y 9 en la i con la u. Vaya, la del PP es más ilustrada. Soy de los que piensan que no hay mejor candidato que el actual alcalde -y debería haberlos, en la competición ganaríamos todos-, ni mejor alcalde que este candidato, pese a su proverbial indecisión en algunos asuntos. Veremos la noche del 24. Pero ahora a quien veré es a Paco Carrillo, que viene «de Palestina», como él dice, aunque no sé si de Israel. Este diplomático de UNESCO, ahora vicepresidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, es una de las tres personas en Málaga de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, ¡uff!, algo realmente exclusivo. Me lo dice Rafael Pérez Peña, que también pertenece a esta hija de las cruzadas fundada en el siglo XI.

¿Qué opinará Tánger Sand de todo esto?, tuvo una charla el otro día en el Colegio de Médicos pero no pude verla, ya no vive aquí esta psicóloga y psicoanalista -argentina, por supuesto- tan enigmática que me presentó en su día el fisioterapeuta Germán Navas, que ahora lucha contra la terrible enfermedad. Desde que salvó a aquel muchacho de un incendio en un bar tiene mal los pulmones. Rezaré por él. A ella le gustaría «La emperatriz de Tánger», de Sergio Barce, quien convierte la luminosa ciudad de Paul Bowles en escenario de una novela negra de los años cuarenta. Marruecos, mi geografía. O también puedo recomendarle a Jonathan Coe -a quien lee Alexis Tsipras, por cierto-, me gustó en su momento El club de los canallas y ahora da a luz Expo 58 (Anagrama). Y me viene a la mente Javier Castaño, el limpiabotas del Central, con cuenta abierta en Twitter, un sabio de nuestros días. ¡Lo que no habrá visto pasar este hombre, lo que no habrá escuchado! Desde su posición sabe muchas cosas. Tengo que preguntarle por el Premio Princesa de Asturias de las Artes que se le concederá en otoño al mítico Francis Ford Coppola, quien cambió para siempre la historia de Hollywood en los setenta.

«Normalmente, sin embargo, el policía no acepta dinero sucio. Aceptará dinero de un corredor de apuestas o de un hombre que no quiere comprar tiques de aparcamiento; tolerará, por consideración, que las prostitutas ejerzan su oficio€ Estos son vicios naturales en el hombre. Pero lo que no hará, en general, es aceptar dinero procedente de traficantes de drogas, de atracadores violentos, de violadores, asesinos, etc. En la mente del policía esto ataca el núcleo central de su autoridad personal, por lo que no debe permitirse, y mucho menos fomentarse» (El Padrino, Mario Puzo).

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