Las elecciones son una escenografía, muy cara, por cierto, de cómo el sistema reserva la soberanía al pueblo pero sin el pueblo. Es una recreación sádica de despotismo ilustrado de la Ilustración, haciéndonos creer, sin embargo, que por el hecho de acudir al colegio electoral cada cuatro años, encerrarnos en una cabina y coger una papeleta ya contamos para algo. Así es la democracia al estilo español. Después la Ley D´Hondt, las negociaciones, los pactos, los bailes de sillones, el juego de intereses, la tan repetida estabilidad... se encargan de hacer de las suyas y de que cada ciudadano se pregunte, con cara de póker: ¿Para qué he votado yo?

El 20M hubo comicios autonómicos en Andalucía. En breve será 24M y no sabremos aún el Gobierno que tomará las riendas de la Junta. Hace tres años, una alianza que salió rana con el tiempo impidió al PP gobernar pese a ser la fuerza más votada. Para una vez que Arenas ganó unas elecciones... Ahora, un error de cálculo y falta de modestia hace que la candidata con más apoyos no tenga aún opción de ser investida presidenta porque el resto solo sabe darle calabazas. Lógico por otra parte. Poco acostumbrados están a la negociación quienes lleva más de 30 años en el poder sin necesidad de ceder. Y ahora toca. No queda más remedio.

Pero no es fácil porque la mochila de Susana Díaz está cargada de falta de tacto y las exigencias de quienes pueden inclinar la balanza a su favor son firmes. No es un farol. IU sufre el despecho de quien ha sido abandonado sin ni siquiera una nota de despedida. Díaz optó por romper un matrimonio estable, demasiado segura de sí misma y ahora se ha quedado compuesta y sin novio. Podemos y Ciudadanos se hacen de rogar y el PP, pese a su batacazo en las urnas, saca cuello en la marejadilla como si el 20M no le hubiera pasado factura, cuando el escozor es terrible.

Y así las cosas, Andalucía sigue en funciones. Mientras, se ha iniciado la campaña de las municipales para convencer a los convencidos. Todo un derroche de esfuerzo e inversión para un resultado relativo, porque en realidad los electores no determinan su opción por lo que escuchan en 15 días. Y menos en unas locales, en las que las personas cobran más protagonismo que las siglas. Aunque la irrupción en el espectro político de nuevos partidos hace que todo pueda cambiar. Veremos qué pasa al final y si éstas no influirán luego en los posibles acuerdos de las Cinco Llagas.