Puede que a esta hora esté Pedro Sánchez llegando a Granada. No va a poder ver el atardecer desde el mirador de San Nicolás, Alhambra al fondo, porque su visita va a ser breve, matinal, acelerada, tal vez trufada de un apresurado tapeo, dado que por la tarde tiene un bolo en Jaén. Dormirá allí para poner rumbo a Cádiz mañana y acabará la jornada del jueves en Málaga y Vélez. No son malos sitios para acabar un jueves por la noche, la verdad. Aunque si bien se mira, lo atractivo es que sea jueves por la noche. Lo difícil es que a uno le parezca atractivo un sitio siendo lunes por la mañana.

No sea impaciente el lector, no le vamos a contar la vida de este hombre. Queremos decir: la ruta parece diseñada para evitar a Susana Díaz, que lo mismo no está en un acto con Sánchez en Madrid que no está en un acto con Sánchez en Sevilla. Tal vez no se ven porque no puedan ni verse. O a lo mejor son los jefes de gabinete y campaña que, en un exceso de celo (nunca entendí bien este dicho) se afanan en que sus respectivos jefes no coincidan, no les vaya a dar un soponcio. La luna de hiel de los dos más notables dirigentes del socialismo patrio tiene muy preocupados a los exdirigentes de ese socialismo, que ven a Sánchez y Díaz proclives a vender baratas las cabezas de Chaves y Griñán. Vendérselas en concreto a Albert Rivera, que parece no sólo querer la testa de los expresidentes; también las de todos los que han nacido antes del 75.

Le encargan a uno una sección para comentar los avatares de la campaña municipal y le va saliendo un artículo de corte nacional o autonómico, pero además de la proverbial torpeza del que suscribe para no distinguir las cosas, la verdad es que todo está entremezclado. Pero la culpa es de los políticos, claro, que vienen a dar un mitin sobre asuntos locales y se ponen a hablar para las televisiones sobre temáticas genéricas. Influye también que todos están convencidos de que el mundo no puede seguir girando sin sus atinadas y nunca bien ponderadas opiniones sobre asuntos globales. Sánchez se adentra en territorio Díaz, que está en funciones como presidenta pero no como oposición a Sánchez, que en su fuero interno debe estar disfrutando con las dificultades de ella para encaramarse a la presidencia andaluza. Los fueros internos son unos magníficos lugares para pasar las vacaciones o ausentarse momentáneamente del tráfago vital cotidiano. Yo en concreto, de todos los fueros internos, más que los de playa o montaña, prefiero el mío, ya que sé dónde están las cosas y conozco bien el paraje y los senderos. En lo que atañe a la introspección soy muy de variar poco. Se va uno al fuero interno de otro y lo mismo a los diez minutos está incómodo o no lo atienden bien o hay mucha gente o hace calor o es un fuero interno sin posibilidad de tomar café o un licorcito de hierbas. Hay fueros internos en los que no hay nada. Peor sería que hubiese papel de pared estampado. En otros, su propietario ruge como un bucardo. Algunos dirigentes socialistas dicen que no viniendo a Andalucía, Sánchez puede ir mucho más a otros sitios. Podrían dar clases en una escuela de argumentación. No sé si lo dicen desde su fuero interno o desde la impostación, que es un lugar con balcones forjados con cinismo. En realidad, a la gente le debe importar poco la relación de quienes podrían haber aunado fuerzas para que el PSOE no sea la tercera fuerza, en el mejor de los casos, en importantísimos lugares de España. Sánchez dando vueltas por Andalucía y Díaz dándole vueltas a por qué no la votan. A por qué adelantó elecciones. Ambos esmerados en si son galgos o podencos. Ausentes y en sus fueros.