Almodóvar animó ayer a los indecisos a que vayan a votar. No sabe uno qué hacer con esa proclama pero es un buen comienzo para un artículo. Almodóvar está rodando su película número veinte y estaba ayer en una estación de tren abandonada en Toledo en compañía de Adriana Ugarte. Los hay con suerte. Por lo de Toledo, claro. Los cómicos son así. No pueden estar en casa viendo la tele o paseando por el parque o viendo el fútbol. No. Tienen que estar en una estación de tren abandonada en Toledo y con una actriz. Sin que se descarte que la actriz, no caemos en cómo es su rostro, esté como un tren.

Lo interesante habría sido saber qué opina Adriana Ugarte de todo esto, principalmente de las elecciones y los partidos. A los actores no es que se les pregunte mucho por política. Es que hablan ellos. Bueno, hablan siempre los mismos. Hay muchos actores que hacen política y numerosos políticos que actúan. En el mercado, en un debate, en los mítines. Pones la tele y está uno actuando, haciendo un bolo. Tal vez en Albacete ponderando las virtudes del terreno y los tomate, o en Cáceres apelando a la paz mundial o en cualquier sitio parecido a la inopia diciendo que ya nadie habla del paro. Ni el guionista más malévolo habría planeado un monólogo más desatinado que el de Rajoy el otro día. Eso le pasa, el no saber de qué se habla, por no ir a los bares. Ni a las peluquerías. En las barberías de antaño te preguntaban: ¿quiere usted conversación? Lo bueno es que si no la tenías ni siquiera tenías que hablar. La paradoja es hablar para renunciar a la conversación, lo cual ya supone un diálogo y, eso, una conversación. Rajoy no está en conversación con los españoles. Sobre todo con los que están en paro. A Rajoy le pasan una fría estadística cada mes y él coge un lapicero y tacha parados, pero no los tacha a la velocidad que querría. Su obsesión es que haya menos parados que cuando empezó a gobernar. O mejor dicho, dejar mejores números que Zapatero. Nosotros mismos caemos en esa frialdad al hablar de números y no de dramas. De madres y padres de familia que tienen la desgracia de oír a un presidente hablando de que ya no se habla del paro. Rajoy habla del Madrid y del Pontevedra luego de leer la prensa deportiva. No sabemos si antes, seguramente antes, de que un pavo del gabinete le pase la citada lista fría como de acero oxidable. Almodóvar animó ayer a los indecisos a votar y no sabemos si es un agente del Gobierno o un subversivo. El contingente de no sabemos no contestamos ha pasado de ser una nota al margen en las encuestas a ser el principal ingrediente. Cuando un demoscópico cocina una encuesta tiene que apartar a los indecisos no científicamente; más bien a manotazos como se espantan las moscas que se acercan al puchero. En el puchero español faltan garbanzos y morcilla pero los gobernantes nos quieren hacer ver las virtudes del caldo seco y a pelo, tristón y sin sustancia. La oposición no aspira a mejorar el guiso, más bien a pilotar la cocina. Le da a uno que hay corrientes subterráneas de opinión y pensamiento e indecisos que no son tales y que según en qué ciudades habrá tirones inesperado. La película nueva de Almodóvar se llama Silencio y su manera de comenzar a promocionarla es dar un grito en favor de la participación. Silencio se rueda. Seguramente el cineasta piensa que la derecha ya está movilizada. Cuando acabe el rodaje se sabrá el resultado de las elecciones. Para entonces en cada ciudad nos contarán una película.