Pablo Iglesias y Pedro Sánchez han cenado. Eso es ya en sí mismo una noticia, en un país en el que casi nadie llega a fin de mes y mucha gente no llega a fin de día. Si cenar es un lujo, cenar fuera entre semana es casi una extravagancia de adinerados. Más noticia todavía es que el acto de cenar no fue cotidiano y en sus respectivos domicilios. Es que cenaron juntos. En un hotel. Los gurús de la comunicación estudian mucho todos los detalles. Cuando sepamos quienes son esos gurús a ver si tienen la gentileza de transmitirnos qué mensaje han querido transmitirnos con eso de que sea cena y no almuerzo, hotel y no restaurante, en día entre semana y ni siquiera en jueves, que es un viceviernes en cuyas noches los oficinistas con bula para el viernes salen a intimar y a beber ginebra con hierbas. Como beben el dinero en gin tonics, no cenan. A lo mejor todo esto es una reivindicación de la cocina de hotel. Los hoteles tuvieron mala fama mucho tiempo en lo tocante a la gastronomía. Justa fama: no pocos elegantes y lujosos, y caros, hoteles daban una cocina estándar, urgente, como para colectividades, sin alma, sequerona, sin personalidad. Ahora en los buenos hoteles hay grandes chefs, aceptabilísimos comederos orientales, marisquerías, asadores. Se esmeran con los milhojas, fríen bien el pescado. La gente normal evalúa al hotel por la cama y los adminículos del baño que puede distraer. Los que somos más raritos robamos los tales jaboncillos o botecitos pero nos fijamos también mucho en la calidad del huevo revuelto y el bacon del desayuno. Al que esto suscribe se le ha arruinado el prólogo de lo que se atisbaba como gloriosa jornada de museos, vinos y compras por culpa de una bollería sin personalidad, industrial, infame aceitosa y calamitosa como única opción para desayunar, siendo empero un establecimiento de renombre en el que nos alojábamos. Sánchez tomó tortilla, informó Iglesias. Él optó por pescado. Al parecer hubo ensalada de entrante, que compartieron. O sea, ahora no nos hace falta gurú: buen rollito, cosa sana, ligera, frugal pero castiza. Pudiera deducirse de esto también que son unos tristes. Claro que un chuletón hubiese sido excesivo y tal vez provocador. Y lo mismo se le enfadan los potenciales votantes vegetarianos. De marisco ni hablamos, claro. Yo hubiera optado por filtrar a la prensa que cenaron pasta. La pasta gusta a todo el mundo. No se informa de la salsa y así no se reproduce la tradicional guerra entre partidarios de la boloñesa y los carbonaristas, que son correosos y aguerridos. Se nos hurta el detalle sobre si la tortilla de Sánchez era española o francesa. Si era gabacha, ahí emparenta Sánchez con Adolfo Suárez, que se alimentaba de ellas. O es un mensaje subliminal, para que pensemos esto. Un mensaje en forma de tortilla. Bueno, bien mirado, si dicen que es de patatas ya saldrían los listos que siempre inquieren sobre si va o no con cebolla. Los cebollistas son como los carbonaristas, siempre quieren salirse con la suya. Como todo el mundo, por otra parte. Vaya empanada de país.