Hay quien pone el grito en el cielo porque los nuevos partidos emergentes, naranjas y violetas, están vendiendo cara su piel a la hora de dar su apoyo a las formaciones tradicionales como el PSOE y el PP para formar gobierno en la interminable pléyade de municipios y autonomías en las que la inestabilidad ha de hacer acto de aparición en cuantito eche a rodar de verdad el próximo periodo de mandato de los alcaldes y presidentes. A veces he tenido una postura ambivalente en relación a las exigencias de los novatos con los veteranos: es entendible que el PP y el PSOE no quieran, o no deban, atender lo que Ciudadanos y Podemos piden en términos de regeneración ética e institucional, sobre todo en el ámbito de las imputaciones, investigaciones y condenas. Pero, por otro lado, si queremos regenerar todo ese tejido necrosado habría que plantearse si Albert Rivera y Pablo Iglesias no tienen, en el fondo, algo de razón. No se trata de dimisiones, sino de que todo el mundo se comprometa a extirpar el cáncer de la corrupción, que tanto daño nos ha hecho como sociedad. Usted y yo nos ofendemos porque piten al himno que nos une en una final de la Copa del Rey, pero tal vez desviemos la mirada ante esa lista inacabable de sinvergüenzas que sonríen a la cámara cuando van a declarar a la Audiencia de Sevilla tras habérselo llevado calentito durante años. Unas veces, ya les digo, pienso que tal vez no sea para tanto; a lo mejor, me respondo, tenemos más jaleos judiciales que el resto de nuestros socios europeos porque fiscales, jueces y policías están levantando las alfombras. Pero un periodista sabe más por lo que calla que por lo que cuenta, y los casos hay que publicarlos con pruebas, a veces de muy difícil consecución. Y cuando uno se entera de ciertas investigaciones en marcha, o de cómo algunos, los que más limpios deberían estar, tratan de influir a favor de indeseables; cuando uno sabe, porque se lo dice una buena fuente, que un familiar de un político está haciendo de las suyas impunemente, que tiene los polis en el cogote, pero aún no lo han pillado; cuando resulta que el que se dice limpio hace camino con madera de buena ley y nos la cuela con cara de compungido... cuando uno sabe todo eso, decía, concluye que tienen razón. Sí, hay que exigir limpieza en las listas. Ya está bien de llevar imputados a todos los sitios. Y no hablo de esas implicaciones que se ventilan ágilmente en un par de días porque nos queremos quitar de en medio a un tío con criterio que sobresale; no hablo de eso. Hablo de cosas más profundas. Tal vez de algo que la vieja política no entiende. O no quiere entender. Ellos tienen razón.