La reciente reunión del G7 en Baviera ha sido calificada de histórica por la determinación de aprobar en la cumbre mundial sobre el cambio climático (París, diciembre próximo) un protocolo «ambicioso, sólido y aplicable a todos los países» para la «descarbonización» de la atmósfera y el control del calentamiento originado por la quema de carburantes fósiles. Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Japón y Canadá consiguieron, pese a las reticencias de los dos últimos, trasladar a la cumbre, que será participada por el resto de las potencias, el debate global de un modelo libre de emisiones de gases de efecto invernadero que arrancaría del año 2020 para conseguir en 2050 la eliminación de hasta un 60% , y el 100% en 2100.

Sustituyendo el fracasado protocolo de Kioto, un acuerdo con plazos tan dilatados carece de precedentes, como también la dotación de un fondo de cien mil mllones de dólares para cofinanciar el cambio de modelo en los países menos desarrollados. Corporaciones científicas y movimientos ecologistas celebran unánimes la decisión del G7. La meta es conseguir, con energías limpias y renovables, que el calentamiento no sobrepase el límite de dos grados centígrados. Es un objetivo extraordinariamente difícil por sus costes y por la previsible resistencia de los estados cuya economía depende mayor o totalmente del petróleo. Pero la toma de conciencia sobre el futuro catastrófico de la Tierra y la vida de las especies -la humana en primer término- gradualmente envenenadas por el CO2, se extiende sin posible marcha atrás.

Estamos en el punto critico entre lo evitable y lo irreversible. El tiempo de las resistencias, los análisis interesados y las propagandas desdramatizadoras del cambio climático ha llegado a su fin. Costará esfuerzos ímprobos pasar de la conciencia a los hechos. poniedo en marcha una maquinaria de sustitución que no admita excepciones ni trampas. En el cumplimiento del nuevo protocolo estará la «línea roja» primordial de las relaciones transnacionales, condición excluyente de cualesquiera intercambios. Las prospecciones petrolíferas en tierra y en fondos marinos habrán de ser el peor de los negocios, además de merecer la abominación general. O eso, o prepararnos a ver la licuación de los hielos, el caos de las temperaturas y los fenómenos atmosféricos, el oxígeno emponzoñado y la extinción de las formas de vida como una carrera sin retorno hacia la muerte global.