Hay gente que no me gusta y casi sólo me fijo en sus defectos. Me siento mejor y a ellos los veo más malos. Y me sale situarme en lucha heroica contra el mal. Un poco como San Jorge matando al dragón.

Gracias a la genialidad del filósofo

Andrés Ortiz-Osés estoy empezando a pensar en el bueno no como exterminador sino como terapeuta del malo.

Empiezo a acercarme a un vecino que tengo estigmatizado por aprovechado o a un pariente que no me gusta por su tontería con los coches, etc..

Y así me encuentro mucho mejor.

Empiezan a no darme asco los adversarios políticos en televisión. Sigo crítico con sus defectos. Pero ya les descubro

alguna bondad y veo positivos diálogos constructivos y encuentros frutíferos. Para terapia de sus defectos y, milagro, también de los míos. Por si le sirve a alguien y por supuesto para mejorar la convivencia.