Riqueza y corrupción

El papa Francisco acaba de advertir que las riquezas que no se comparten generan corrupción. Por supuesto. Por eso los cristianos de verdad deberían tener el valor de preguntarse hasta qué grado de corrupción no habrán llegado muchos grupos eclesiales, que ha acumulado desde hace siglos fabulosas riquezas, y no las reparten, ni en los peores momentos de crisis, con esos hermanos pobres, otros Jesús, por lo que serán condenados, como les amenazó explícitamente el Maestro.

Los cristianos primitivos, en tiempos de crisis, vendían hasta los cálices sagrados para auxiliar a los pobres. ¿Qué pasa ahora? No hablemos de los cálices o custodias, ni de edificios sagrados. Fijémonos en el mismo Vaticano. ¿Cuantos millones de vidas no podría salvar la mera venta del Museo Vaticano a los museos civiles de su área, con lo que no perdería nada el arte, y ganarían mucho más respeto las palabras del papa, acudiendo a Roma muchos más creyentes en la caridad cristiana que ahora indiferentes, cuando no críticos y escandalizados viajeros, como en su día Lutero? ¿Hasta cuándo seguirá vigente el proverbio: «Roma veduta, fede perduta»?

Josefa Ortega Oliar. Málaga