Escribía una vez, en tono jocoso y quizás exagerando, sobre las dificultades de los padres primerizos por reunir toda la documentación necesaria para matricular a un hijo en la guardería. Si lo hice entonces, me van a permitir que hoy, a punto de acabar el curso, y después de una fiesta fantástica en la que hubo tiempo para reír y para derramar también alguna que otra lagrimita de emoción verdadera, dedique este artículo para dar las gracias, abusando quizás de este espacio, que ocupo cada lunes, y de su tiempo, estimado lector.

Como padres hemos tenido la gran suerte de poder confiar lo que más queremos a unas grandes profesionales que desarrollan una apasionante labor, con gran vocación de ahí los espléndidos resultados, en la guardería Novaschool Málaga Centro. Mucho más que facilitar la conciliación profesional y familiar de los padres. Las dudas que, con toda lógica, podíamos tener al principio, se disiparon, como por arte de magia, cuando conocimos a la señorita Mari Carmen Ranea. Nos transmitió seguridad y tranquilidad. Supimos que nuestra hija iba a estar perfectamente atendida con una maestra que, el tiempo ha confirmado, la ha tratado con cariño, con respeto, y que le ha enseñado muchas cosas que ya nunca olvidará, dejando una huella imborrable en ella, acompañándola en sus primeros aprendizajes y adquisición de hábitos, más allá de la educación que, como padres, estamos obligados a propiciar desde el primer día.

Ir al cole con la seño Mari Carmen dejó de ser un pequeño drama diario para convertirse en un deseo y una alegría. En ganas de descubrir, de viajar por el mundo, de leer libros y soñar historias de caperucitos rojos y lobos buenos, de aprender a qué sabía la luna, de escribir sus nombres con letras magnéticas, de darle los buenos días a la teacher en inglés, de hacer experimentos con bicarbonato, de cantarle al otoño y su color marrón y amarillo, de inventar el rock, la penicilina y hasta Peter Pan...

«La educación no es una preparación para la vida; educación es la vida misma», ponía en el cartel del que tiraba una avioneta de cartulina que volaba por las paredes de la guardería, a modo de lema. Y a estas edades tan cortas, nuestra hija y todos sus compañeros han aprendido jugando. Por todo ello, muchas gracias, seño. Tu mensaje en la botella no es una despedida. Y no estés triste. Todo lo contrario. Hay otros niños, y otros papis, que están deseando tener la suerte de conocerte, que les cuides y les enseñes tan bien como lo has hecho con los nuestros.