Permítanme que comience con unos versos del libro El Canto de la Tierra, de Alfonso Canales, que dicen: «No suele ser el suelo que pisamos/muy duro con nosotros.» Y la verdad no se por qué la naturaleza es tan benévola. Será porque es nuestra Madre Tierra y como tal trata a sus hijos, a pesar de nuestra ingratitud, que se refleja en el cambio climático.

Una de las principales áreas en cuanto a repercusiones del cambio climático en los destinos turísticos es la del Mediterráneo: veranos más cálidos, escasez de agua, pérdida de diversidad biológica e incremento del número de brotes de enfermedades. A pesar de estas negativas previsiones, las emisiones de CO2 por la actividad turística en España apenas se habían reducido en el año 2005 en 1,5 puntos porcentuales. Las emisiones de CO2 producidas por el consumo turístico, pasaron del 14,4% de 1995 al 12,9% en aquel año. Y si se compara el incremento de emisiones de CO2 producido por el sector turístico con las del resto de actividades económicas, se observa que aquéllas se incrementaron el 13,9%, frente al incremento del 27% del resto de actividades económicas. Ahora bien, pretender vender este dato como una mejora, me recuerda un chiste que dice: dos amigos se encuentran y uno le pregunta al otro: oye, que tal va tu empresa, y el otro le responde: muy bien, sólo pierdo un céntimo en la fabricación de cada tornillo.

Si analizamos la contribución de los distintos subsectores turísticos a las emisiones globales de CO2, según los datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT) resulta que: el 40% de las mismas son producidas por transporte aéreo, el 32% por el transporte en automóvil y el 21% por el alojamiento. Pero si las analizamos desde la perspectiva de la responsabilidad productor/consumidor turístico, resulta que el 88% del total de emisiones de CO2 asociadas al turismo es responsabilidad de los productores turísticos, según un Estudio de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Castilla-La Mancha. Si además consideramos que España es el segundo país del mundo por turistas internacionales recibidos, que este turismo es más intensivo en emisiones (0,49 Tn de CO2 por viaje) y consideramos también el porcentaje de emisiones generadas por el transporte aéreo (40% del total según la OMT), así como la lenta sustitución de las flotas de aeronaves por otros aparatos de menor consumo energético -debido a la larga vida de los mismos- podemos concluir que la política de mitigación de emisiones de CO2 en el sector turístico español es ilusoria en virtud del amplio margen de actuación que existe, a pesar de las declaraciones oficiales de cumplimiento de objetivos de emisiones, que sólo encubren una realidad bien distinta: Kioto y los acuerdos internacionales firmados en materia de cambio climático y turismo (Declaraciones de Djerba y Davos), son papel mojado en España.

El cambio climático que está afectando a España, lo seguirá haciendo con mayor intensidad en el futuro. Se estiman aumentos de temperatura por década de 0,4º grados en invierno y 0,6º-0,7º en verano, reducción de precipitaciones y de disponibilidad de agua, así como aumento de sequías, desertización y riesgos ambientales. Los territorios más afectados -el litoral, el Mediterráneo, el interior más árido y las zonas de montaña- coinciden con los principales destinos turísticos del país y en ellos se irán produciendo alteraciones significativas en los ecosistemas, la biodiversidad, los sectores agrario y forestal, etc. Según estudios del Ministerio de Medio Ambiente, el retroceso de la línea de costa (15 cm/2050) y el aumento de la energía y la variación de dirección del oleaje, puede llegar a producir retrocesos de hasta 70 metros en algunos tramos costeros el año 2050.

Asimismo según los científicos del Institute for Prospective of Technological Studies de la Comisión Europea, el modelo empleado en sus cálculos subestima los daños climáticos en la UE. Es necesaria por tanto una reducción de emisiones de CO2 mayor que la calculada.

Para iniciar la senda de la sostenibilidad en el sector turístico resulta ineludible el cumplimiento de tres objetivos: la contención del crecimiento urbanístico, la reducción de la carga ambiental/climática en un 1,4% anual hasta 2020, así como el establecimiento de programas de ahorro y ecoeficiencia para el conjunto del sector, con un objetivo de reducción de emisiones del 25% en 2020. Su consecución lograría la revalorización sostenible del conjunto del sistema turístico español, un aumento razonable del gasto turístico (1,5% anual) y la mejora de los ingresos turísticos. Sólo entonces podría comenzar a hablarse de turismo sostenible.

Para finalizar, después de tanto dato frío, dejo un consejo extraído del muro de Danzas Circulares para Todos: «Abrázate de tantas formas como puedas, con el cuerpo, con el alma, con la mente, con el corazón, con el agua, con la tierra, con el aire, (…), con los colores, con los sabores, con los aromas, con los sonidos, con el disfrute, con el tiempo, en el tiempo, y a tu tiempo. Abrázate con cariño, con amor, con respeto, con aceptación, con gratitud y suelta y respira y fluye y vive». Hasta el próximo miércoles.