Hace apenas tres semanas pude vivir por primera vez desde dentro lo que son unos Juegos Nacionales EMDE con el Mini Femenino de Maristas. Aunque después de cinco días intensos donde no paramos de jugar partidos para llegar a colgarnos la medalla de bronce acabamos exhaustos, la sensación con la que abandonamos el campeonato fue bastante especial. Y eso que yo simplemente fui en la figura de segundo entrenador o delegado de equipo, como suelen llamarlo ellos.

Las sensaciones fueron especiales por muchos motivos, pero sobretodo porque estos Juegos van mucho más allá de lo deportivo. Más bien diría que el deporte es la excusa perfecta para reunir en Torremolinos a más de 2.500 chicos y chicas distribuidos en diferentes modalidades para que convivan y se relacionen durante cinco días que probablemente sean inolvidables para muchos.

La esencia de estos juegos radica en la diversión. Sorprende decir esto y quien no haya vivido de cerca esta competición no entenderá muy bien a lo que me refiero, porque cuando hay en juego un oro, una plata y un bronce por ver quienes son los tres mejores equipos escolares y católicos de España es difícil que no te salga la vena competitiva. Pero considero, por lo que he podido conocer en primera persona, que cuando uno pisa el Palacio San Miguel se olvida de los premios que pueda recibir el último día en la excelente clausura y se centra única y exclusivamente en disfrutar del tiempo que dure el partido, en que sus chicos y chicas comprendan que lo primero que hay que hacer en esta vida es ser feliz y disfrutar de los buenos ratitos. Y jugar unos Juegos Nacionales EMDE con tus amigos de clase son de esos momentos que se quedan para ti por el resto de los días.

En menos de una semana llegas a conocer a las personas que te rodean mucho más profundamente que a otras que ves día tras día en tu vida rutinaria. No hablas con ellas solo de baloncesto, sino de vuestras vidas, de vuestras inquietudes y de otros deportes que os interesan. Pero cuando el balón naranja, por la parte que me toca, entra en escena, me llena de orgullo tener enfrente a otra persona que siente el deporte colegial con la misma claridad que yo, anteponiendo lo colectivo a lo personal, situando el respeto antes que la victoria y la diversión y disfrute antes que la competición. Ese es el mensaje claro que nos envían desde las Escuelas Católicas a las que tenemos el placer de pertenecer y ese es el mensaje sin fisuras que promulgamos los entrenadores y educadores entre los más pequeños.

No voy a negar que los principales protagonistas de cada uno de los Juegos que se celebran -Alevín, Infantil y Cadete- son los pequeños y adolescentes, pero detrás de cada uno de los partidos hay un inmenso trabajo de gente a la que no conocemos en muchos casos y solamente reconocemos por su camiseta naranja. Allí están todos y cada uno de ellos para hacernos más sencilla la estancia en Torremolinos y resolvernos las dudas y problemas que nos puedan surgir. Ellos son los principales héroes de casi una semana preciosa porque son los que trabajan no solo de día, sino de noche también, para que al día siguiente tu banquillo esté bien colocado, tus botellas de agua estén a tu disposición o tu horario de comedor esté en función a los partidos que juegues en el día. Lo tienen todo medido y estudiado y tengo que decir que me ha sorprendido muy gratamente todo lo que he podido vivir junto a ellos.

Probablemente muchos pensarán que es sencillo escribir todas estas cosas cuando uno tiene colgada al cuello la medalla de bronce, de la que repito he sido partícipe en un mínimo porcentaje porque mi labor no estaba enfocada a la pista, pero si me traje en la mochila tantas buenas experiencias no fue por el metal, sino por lo que me hicieron vivir y sentir todas aquellas personas con las que tuve tiempo de intercambiar un hola o un adiós en los pasillos del Hotel Natali. Por todos ellos y por toda la organización de los Juegos Nacionales EMDE tengo la ilusión de que mis veranos a partir de ahora comiencen en Torremolinos.