Se llevan mucho las primarias esta temporada. Combinan bien con el calor, los pantalones claros y los náuticos. En mi casa hemos celebrado primarias sobre si campo o playa y he impugnado el resultado porque no me habían enviado a tiempo el censo y no me dio tiempo a dirigirme a todos los potenciales votantes. Por ejemplo, al perro, que es muy de campo, pero como cuando llego siempre está dormido se me olvidó que existía y no hice campaña con él. Además, estoy seguro de que el gato prefería campo, pero como se ha ido por ahí de juerga y lleva tres días sin aparecer pues no sé si ha votado o no. También sería importante que verificara el dato de si tenemos gato o no. En el censo de afiliados a mi casa está, desde luego, pero ahora que lo pienso llevo varios años en esa casa y no lo he visto nunca.

Claro que también es verdad que más arriba he dicho que estaba de juerga. El gato, no yo. Puede entonces que yo no tenga memoria o que la secretaria general de mi casa haya decidido confundirme con los datos y el universo de votantes. Va de suyo que a mi me da igual el campo o la playa, dado que lo importante es tener tiempo libre. Siendo eso así, por otra parte, no sé para qué participo en las primarias. Lo mejor es sin duda pedir democracia y participación pero después que le den a uno las instrucciones sencillas: oye, coge el bañador que nos vamos a la playa. U: oye, coge los arreos que nos vamos al campo. Y uno coge lo que tenga que coger, además de las llaves del coche, y hala, tan ricamente camino de ese destino celestial que es la ruptura de la rutina. Sin romperse la cabeza teniendo que decidir nada. Abre uno una web o un periódico y ve titulares llenos de la palabra primarias. Pero las palabras se gastan. Hace unos años era un término muy a la americana. Alguien decía primarias e inmediatamente te venía a la cabeza un mitin de un señor maduro trajeado al que mucha gente con carteles en los que se leía su nombre y banderolas estadounidenses lo jaleaba. Luego ponían otra imagen de otro señor o señora al que también jaleaban con confeti y más banderolas de barras y estrellas. Hoy dices primarias y a lo mejor se te viene a la cabeza Toni Cantó, en vez de Obama, con lo cual sí, la cosa ha perdido bastante glamour. Ha ganado en carpetovetonismo, eso sí.

También están muy de moda las no primarias, como las que ha tenido Pedro Sánchez en el PSOE. En el PP lo tienen más claro. Odian las primarias. En los cónclaves de los populares siempre hay un intrépido periodista ya curtido que, alcachofa en mano, pregunta a Rajoy acerca de si van a organizar primarias. Las variantes de cómo responde ´no´ son abundantes, variadas, largas y no antológicas. En Ciudadanos hay primarias para el Congreso. Algunos candidatos o candidatas han sido bendecidos por un telefonazo de Fran Hervías. Usted tampoco sabe quién es, pero es el segundo de Albert Rivera y el que llama en su nombre instando a que alguien se presente. Es lícito. Lo malo es que convierte el proceso en lo de siempre: el aparato enredando y cuatro gatos votando. Y el mío, de juerga. Si es que tengo.