Harta de que se publiquen infundios e inexactitudes, la alcaldesa de Madrid acaba de crear una página web en la que su gobierno establecerá lo que es verdad y lo que no, bajo el propósito de que la prensa burguesa renuncie a intoxicar al pueblo con sus trolas. Menos mal. A los edecanes de Manuela Carmena podría habérseles ocurrido crear una Boca de la Verdad como la que existe en Roma y, según la leyenda, muerde a aquellos que introduzcan la mano en ella tras contar alguna mentira.

También es famosa en Venecia la Boca del León, similar a los antiguos buzones de Correos, que servía para que el pueblo delatase anónimamente a quienes incurrieran en deslealtad con el Dux al mando de la República Serenísima. Más o menos lo que hizo aquí el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro hace un par de años, al habilitar un buzón cibernético en el que los ciudadanos pueden chivarse de cualquier moroso que mantenga deudas con el Fisco.

Lo del Ayuntamiento de Madrid va más lejos. Su idea es establecer oficialmente la verdad -o más bien la Verdad, con mayúsculas- mediante un blog municipal y quizá espeso en el que se señalará a cuanto plumífero insista en difundir rumores antisociales.

La realidad imita una vez más a la ficción. Esto ya se le había ocurrido a George Orwell en 1984: la célebre novela en la que el británico parodiaba a los regímenes totalitarios en general y a los comunistas en particular.

Imaginaba Orwell una tiranía orbicular y perfecta vigilada por el omnipresente Big Brother -o Hermano Mayor- con el eficaz auxilio de la Policía del Pensamiento. Tal régimen colectivista disponía de un Ministerio de la Verdad cuya función consistía en adaptar las noticias y documentos de modo que se ajustasen a la verdad oficial del Estado. A mayores existía un Ministerio del Amor, encargado de reeducar a quienes no amasen como es debido al Big Brother y otro de la Abundancia, que lógicamente se ocupaba de mantener a la población al borde de la hambruna mediante los oportunos programas de racionamiento.

La idea ha sido involuntariamente adoptada por algunos países como Corea del Norte o Venezuela, entre otros muchos. El presidente venezolano Nicolás Maduro, sin ir más lejos, creó el Viceministerio de la Suprema Felicidad Social con el propósito de atender «a los viejitos y viejitas, y niños y niñas, que son lo más sublime y amado del pueblo revolucionario», según su propia definición. Tan elevado y orwelliano designio encaja mal con el carácter subalterno de un viceministerio; pero nadie ignora que los caminos de la Revolución son a menudo inescrutables.

Mucho más modesta, la alcaldesa de Madrid no ha caído aún en la tentación de añadir a su organigrama una concejalía de la Verdad y otra de la Felicidad. Simplemente, se limitará a publicar una página web para el restablecimiento de la Verdad oficial, tan a menudo vulnerada por los medios de comunicación que trabajan para el capital y la banca sionista.

Ni siquiera la fértil imaginación de Orwell le alcanzó para novelar la historia de un ayuntamiento que, erigido en Boca de la Verdad, dedicase una parte de los presupuestos municipales al seguimiento de los periodistas y la refutación de sus noticias. Aunque el papel de Big Brother le venga un poco ancho, la alcaldesa Carmena está en ello. Que otros se ocupen de las aceras y la recogida de basuras.