La expresión cementerios nucleares es contradictoria porque lo que se entierra en ellos está vivo. De hecho, seguirá vivo durante los próximos cien millones de años o así. Significa que cuando nuestros descendientes den con el Atapuerca de su época perecerán ipso facto (qué rayos significará ipso facto) si se les ocurre abrir el ataúd de acero donde ahora mismo encerramos la radioactividad como a un gato rabioso en una jaula. Eso si no se escapa antes por los poros y fastidia al enterrador y a toda su familia. No vamos a proponer que se les cambie el nombre por el de viveros nucleares, aunque lo cierto es que estos cementerios dan mucha vida allí donde se construyen. Por eso la gente es partidaria de ellos, porque más cornadas da el hambre. Tal es al menos lo que aseguran los vecinos de Villar de Cañas cuando los entrevistan en el telediario:

-Esta radioactividad va a traer mucha riqueza al pueblo.

Ahora mismo, tal como están las cosas, le dan a uno a elegir entre susto y muerte, añadiendo que con la muerte disminuirá el paro, y elige muerte. Además, es cierto: cuanta más gente desparezca, menos colas habrá en las oficinas de empleo. Pero esa riqueza que proporciona los viveros nucleares habría repartirla. Yo mismo tengo en mi jardín sitio suficiente para un sarcófago pequeño. Lo cedería, francamente, por una cantidad equis al mes. Y ejecutaría, si fuera preciso, las tareas de vigilancia que se me encomendaran. Siempre he soñado que me toca una de estas loterías negativas. Que un día llaman a la puerta y es un señor de Vodafone (o de Telefónica, me da lo mismo) que quiere alquilarme la terraza para colocar una antena.

-¿Y eso cuánto es? -pregunto en mi imaginación con actitud negociadora.

-Diez mil al mes -dice el señor.

Lo mismo que cobra el exministro Wert en la OCDE, pero sin cambiar de ciudad. A ver cómo dices que no a una oferta de ese tamaño, sobre todo si piensas que la muerte (o la suerte, ahora no caigo) solo pasa por tu puerta una vez en la vida. Pues eso, que llevo unos días esperando a los representantes del cementerio nuclear de Cuenca. A ver qué ofrecen.