Puede que sea un clamor en el desierto y que nadie la escuche. Pero los pensionistas no tenemos por menos que levantar la voz ante las evidencia de un atentado contra las depauperadas economías de los que ya hemos empezado la cuenta atrás para despedirnos de este mundo que todavía nos acoge pero no de muy buena manera a tenor de la penuria de salud que nos asola llegados a la edad provecta.

La cuestión es las pensiones y sobre todo las más esmirriadas, que son las más (como la que a millones de españolitos de a pie nos llega), contra todo sensato parecer y fundamento equitativo, sufren la merma del impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF, para los incondicionables del ministro Montoro) con el consiguiente perjuicio que constatamos luego de enfrentarnos a la ineludible declaración de cada año.

Se trata, como muy bien apuntan expertos del mundillo laboral y económico, de un impuesto sobre el rendimiento del trabajo, algo que ya sufrimos durante los años que permanecimos en el tajo y que ahora se trata de imponerlo de manera claramente arbitraria e injusta. O sea, tributar dos veces por la misma figura impositiva.

¿Porqué este impuesto no suscita sino cuando menos, contrariedad, cuando más, rabia callada? A lo peor porque los más viejos permanecemos relegados y estamos acostumbrados a poner punto en boca. O tal vez porque ante las inconveniencias lo damos todo por perdido de antemano,seguros de nuestra impotencia para torcer el curso de las cosas.

Otra cuestión que nos coge de lleno a los jubilados para perjudicar ostensiblemente nuestros intereses radica en la pérdida del poder adquisitivo que perderemos para el año 2016 pese a la vanagloria del Gobierno de Rajoy al anunciar que las pensiones subirán un 0,25%, pero como vaticina la OCDE la inflación crecerá hasta el 1,40%,con lo que habremos echo un pan como unas tortas para que todo el mundolpo entienda. O sea, que se nos rebajará las pensiones un 1% en términos reales, lo que no deja de ser una trapisonda.

Concluyendo: reformar los impuestos es una cuestión que está en la mesa del Gobierno para la próxima legislatura. Se está a tiempo para el pataleo si de lo que se trata es vendernos humo, a lo que ya, por otra parte, estamos acostumbrados. Tenemos unos meses por delante para argüir y exigir que esta reforma que se nos anuncia no nos sorprenda cuando ya sea un abuso irremediable.