Los americanos, que lo inventan casi todo para que luego lo fabriquen los chinos, han dado en ingeniar ahora una viagra para mujeres. Tras mucho pensarlo, el Gobierno USA acaba de autorizar la venta de unas pastillas -de color rosa, naturalmente- que pondrán a las señoras como motos, si el prospecto no miente. Aunque un poco tarde, esto pone fin a la discriminación que incluso en materia de sexo existía hasta ahora entre varones y féminas. La necesidad de simplificar que es propia del periodismo ha hecho que se bautice informalmente el producto como «viagra femenina», aunque no se trate de lo mismo. Como se sabe o se intuye, la viagra propiamente dicha no aumenta la excitación del hombre ni mejora el ánimo reproductivo del que, en general, ya van sobrados sus usuarios. Lo que hace es provocar un efecto mecánico de elevación en cierta parte de la anatomía que, de no ser por las pastillitas azules, estaría condenada a no poder ejercer sus altas funciones.

El caso de las damas es diferente. El fármaco que un laboratorio americano presenta ahora bajo el nombre de Addyi no les levantará nada a las señoras, como parece lógico. Su acción terapéutica, por así decirlo, consiste en aumentar el deseo erótico de las mujeres atacadas de desgana que, muy a su pesar, recurren al dolor de cabeza y otras excusas improbables cuando el pariente que tienen en casa se pone pesado. También el método de aplicación es diferente y algo más engorroso en el caso de las mujeres, que hasta en cuestión de inventos se llevan la peor parte. A diferencia de la viagra masculina, que es de una sola toma y de efecto más o menos inmediato, la nueva Addyi deberá ser ingerida durante un cierto tiempo de días o semanas antes de que empiece a surtir sus prometedores efectos. Más que un remedio expeditivo para el aquí te pillo, aquí te mato, la pastilla femenina es una especie de tratamiento que exigirá, como cualquier otro, constancia y paciencia en la administración de la pócima.

Nada de eso favorece el romanticismo, desde luego; aunque tampoco es menos verdad que ya no vivimos en los tiempos de Corín Tellado. El best-seller de moda entre el público femenino es en realidad una trilogía que bajo el título 50 sombras de Grey describe las prácticas de sumisión que un guapo y acaudalado amo concierta con su sumisa esclava. Con tan escaso si bien rompedor argumento, la autora Erika Leonard logró vender treinta millones de ejemplares a la vez que creaba el novedoso género literario del mommy porn (o porno para mamás).

El éxito de Leonard derribó, en cierto modo, el mito de que la pornografía era un género de consumo exclusivamente masculino; pero no solo eso. También puso en cuestión la creencia generalizada de que las mujeres no experimentan los mismos o parecidos deseos que los libidinosos varones.

No es esa la opinión del laboratorio de Estados Unidos que va a poner a la venta -de momento, en América; y pronto aquí- una variante femenina de la viagra destinada a paliar la supuesta tendencia a la frigidez de las señoras. Según vayan las ventas, se sabrá por fin si eran ciertos o una mera excusa los dolores de cabeza nocturnos que tan sospechosamente aquejan a las damas. Estos americanos son el mismísimo demonio.