Anteayer, la misma portada mostraba el nacimiento de la nueva reina de la Feria de Málaga, una chica de sonrisa rubia llamada María del Mar, y la muerte de la última reina del humor español de los años 60 en el cine y de la escena madrileña en su propio teatro La latina hasta que enfermó hace meses, la pequeña gran Lina Morgan. Nacer y morir es lo que hacen las olas en este Mediterráneo de Alborán, girando sobre sí mismas -las olas no son onduladas sino redondas-, realimentándose así hasta convertirse en espuma. La Feria de Málaga ya es espuma muriendo en la arena…

Adiós, Lina

De la vida privada de Lina Morgan se sabe poco. Con la muerte de su querido hermano hace 20 años, casi su única pareja conocida, la Morgan se mantuvo al pie del cañón al abordaje -como lo habría hecho el pirata Morgan del que Ángeles López Segovia adoptó el apellido artístico- del corazón de una España que también se iba muriendo en la playa de la historia mientras nacía otra aún en proceso que empezaba a reírse de otras cosas. Pero Lina merece el respeto y reconocimiento de todos los españoles, y no sólo por su talentoso trabajo y las risas derramadas. En un mediático mundo obsceno que rastrea en la intimidad de los personajes públicos hasta refocilarse en los fluidos más amarillentos, Lina Morgan supo -y quiso como otros y otras no han querido- levantar un muro infranqueable que separó su vida privada de su profesión. Honor a su recuerdo, por tanto. No la olvidemos aunque cuando termine el duelo, del que también sacan partido los príncipes de la excrecencia, algunos se dediquen a criticarla y a husmear con la chequera en la mano para convertir lo privado en más mierda televisada.

La Feria de los errores

Da pena y rabia que haya reclamos así con tantos seguidores. Hay que cambiar. Después de cada ola otras siguen formándose otras detrás, por mucho que haya durado el mar en calma. El centro histórico de Málaga no resistirá mucho más su embate. La Feria de día quizá se haya realimentado de la energía cinética de sus propios errores y el tsunami generado haya empezado a devorarla hasta dejarla sin acera por la que pasear con tu hijo de la mano. Y si la feria no se puede disfrutar en familia no es una feria. A quién beneficia eso. Quizá sólo a quienes desde una voracidad demostrada y sin límite han sabido aprovecharla para vender más alcohol caiga quien caiga, aprovechando la tradición de esta feria andaluza como reclamo pero sin respetar su mínima idiosincrasia, sin cuidar la diferencia con cualquier otra celebración mayoritaria, ensordeciendo los sentidos con perrunos equipos de discoteca y sin respetar el limitado y sensible marco en que se desarrolla. La Feria del Centro no ha muerto de éxito, ha sido asesinada.

Como la noche y el día

Los comerciantes del Centro, iniciadores de todo esto con sus escaparates engalanados y la invitación de las tiendas abiertas a una tapa y a un vino para celebrar que Málaga estaba en Feria, un reclamo una sinergia, fueron los primeros en ahogarse. El Ayuntamiento intentó parar el tsunami cuando ya demasiadas olas habían descargado su fuerza en la arena, devorando más y más ciudad. Pero los intentos se hacían atendiendo a una nueva tensión creada, la de los representantes económicos del Centro, fundamentalmente hosteleros, contra los vecinos y los peñistas, quienes veían que el brutal crecimiento de la feria de día restaba visitantes al Real de la noche. La batalla sirvió a los periodistas para llenar páginas cada año con diatribas y cifras sobre el enfrentamiento Feria de noche-Feria de día. Una respuesta fue limitar el horario del Centro y ofrecer a los caballistas pasear por el Cortijo de Torres con sus carruajes hasta las siete y media de la tarde, algo similar a lo que ocurre en otras ferias de Andalucía durante el día, como Jerez o Sevilla.

Bragas para la gallina

No sé, pero sospecho que eso alejó a un público más feriante y adulto de la feria del Centro que ya estaba harto de calles tomadas sin control e intransitables, y fue dejando la celebración del casco histórico de la ciudad cada vez con menos habitantes naturales, aún más a expensas de muchachada varia y ‘vikingos’ que ya nos eligen como destino para galopar sobre esos vasos de plástico, algunos de litro, que agitan en la calle en la misma posición que la estatua de la libertad sostiene su antorcha. Al final, la imagen alcohólica de ecce homo completamente desnudo, trotando sin caballo en el corazón más sensible de la ciudad, y unas declaraciones políticas sobre chicas que secan sus bragas en la mano se han convertido en preocupante reclamo para la feria que viene, ardiendo en las redes sociales como mecha de dinamita. Los malagueños preocupados y los buenos hosteleros, los que reconocen que la gallina de los huevos de oro pidió ayuda sin ser oída, saben que hay que hacer algo. Y ya… Porque hoy es Sábado.