La vida puede afrontarse desde la calidez del sentimiento o desde la frialdad de los números; de ahí la diferencia entre poetas y contables, soñadores y políticos, por eso, cuando tu mundo gira en torno a un presupuesto o unas leyes físicas debes encorsetar la capacidad de maravillarte ante un amanecer para ceder importancia a la gestión de las próximas horas de luz.

Podríamos por ejemplo recordar el último partido de liga entre el Barcelona y el Málaga recreando alguna jugada, pero qué dicen los números, 1-0. Derrota, tan simple como inapelable. Podría uno fantasear utilizando la expresión «de aquí a Sebastopol», pero la verdad es que lejos de ser infinita resulta que la distancia de aquí a Sebastopol es de 4.791 km. Números.

Se podría uno ilusionar con montarse en la noria y atisbar el inmenso horizonte desde una suspensión elípticamente mecánica, pero si le dicen que pagará 10 euros y subirá a 70 metros de altura sobre una estructura de 600 toneladas para ver azoteas la cosa pierde su gracia, de nuevo, números. España, como país, debería sentirse orgulloso de estar a la cabeza mundial en cuanto a trasplantes se refiere, y esta idea es preciosa, pero si pensamos que nuestro record de donantes esta en 36 por cada millón de habitantes la cosa cambia dejando un cierto regusto a poco. Ya ven, cosas de números.

Eso sí, de entre todos los números el que más me fascina es el uno. Por un solo minuto De Gea no es portero del Madrid y en un solo día el magnate chino Wang Jianlin perdió 3.600 millones de euros. ¿En cuántos días ha dicho usted? En uno. El uno es la otra mitad del binomio que todo lo sabe, pues son ceros y unos los que nutren los códigos de internet. Cada foto, video, frase o canción no es más que una cadena de unos y ceros debidamente programada para convertirse en algo perceptible. Imagínense la biblioteca de Alejandría, la voz de Enrique Morente o todo el cubismo picassiano reducidos a unos y ceros. Qué asco de números. Los números son esencialmente fríos, pero hay que reconocerles un merito, pues como dicen los Mártires del Compás: las matemáticas no aman, pero nunca fallan. El problema viene cuando empañamos la fría simpleza numérica con engorrosas tablas de multiplicar, divisiones imposibles, equis por despejar y porcentajes de un todo que llevan a la nada. Por lo que a mí respecta, ver una tabla de Excel y la piedra Rosetta viene siendo lo mismo. Datos y más datos, datos de esto y de lo otro, datos de aquí y de allá. Datos.

Si las cuentas no me fallan a día de hoy ya son 8 los menores asesinados por sus progenitores en España, 2.322 los cadáveres que vagan semi hundidos entre las distintas presiones de las corrientes mediterráneas y 40.000 familias han sido desahuciadas de sus viviendas. ¿En cuántos años ha dicho usted? En uno, solo en uno.

Estas son las cifras de políticos ineptos, soñadores estériles, poetas en el desierto y contables umbilicales. Podemos dividir la pobreza entre distintos países, multiplicar cortinas de humo por alambres de espino, sumar burocracia o restar esfuerzos, todo lo que no sea elevar la valentía y la coherencia a su enésima potencia para atajar los problemas de raíz y en origen nos llevará a seguir cometiendo más errores de cálculo. Ya lo dicen los números.