¡Dejad de lado al fútbol! Al menos durante un tiempo. La felicidad está en el básket. El baloncesto es el mejor juego del mundo. Es rápido, complejo, profundo, crudo, sofisticado, físico y duro. Es competitivo como el que más. El baloncesto tiene infinitas capas y significados icónicos. Uno puede ser un simple aficionado, emocional y ruidoso. Dejarse la garganta desde la grada como si le fuera la vida en ello. Uno puede analizar el baloncesto de manera técnica o desde el punto de vista sociológico. El baloncesto se puede estetizar y se puede leer como el libro más bello entre todos los libros. El baloncesto se puede desmenuzar, recontar y volver a armarse de nuevo.

Es un juego verdaderamente global que se practica en América del Norte y en América del Sur. También en Asia, África, Australia y en Oriente Medio. Es blanco y es negro. Sus cajas de resonancia cultural son infinitas. Casi tanto como su importancia en el contexto económico y político.

Todo el mundo contempla el baloncesto de una manera diferente y ahí radica su riqueza. El exjugador, la madre del jugador, el aficionado, el comentarista de televisión, el sponsor, el representante, el vendedor de palomitas y tu vecino de abono. El baloncesto se juega en patios traseros polvorientos y en gigantes arenas pomposas. El baloncesto es una experiencia religiosa, casi espiritual. Los jugadores siempre se pueden poner de acuerdo al rededor de una cosa: el juego en sí. El baloncesto es de sangre caliente a veces, otras congela al mismo infierno. Sin ir más lejos. A veces, todo gira en torno al dinero. Pero también va de honor, respeto y amor. En definitiva, va del tiro perfecto.

Personalmente, podría ver baloncesto durante horas. Incluso durante días si no tuviera que trabajar, ir a comprar al supermercado y llevar una vida. Todos nos hemos criado en pabellones. O en parques al aire libre donde nunca ha faltado una canasta. Desde hace años hablo de baloncesto. Al menos, una vez al día. Si hubiera llegado a jugador solvente, ahora mismo estaría entrenando. Preferiblemente en Los Guindos. Sin embargo, soy periodista. No me quejo, pero sigo soñando. Soñar es gratis.

El baloncesto sigue formando parte de mi vida. Por la mañana veo los partidos de ACB. Por la tarde, también. El amanecer lo contemplo con la NBA de fondo. Intento aprenderme de memoria las estadísticas y sé que mi perro nació en la temporada 2003/2004. Si uno piensa demasiado en baloncesto no avanza en el trabajo. Por esa razón estoy escribiendo sobre ello. Muchos nos llamaron locos. Ahora comparten afición.

Recuerdo como si fuera ayer la final de Londres 2012. Liderados por Pau Gasol le plantamos cara a Estados Unidos. También estaban Juan Carlos Navarro, Marc y Felipe Reyes. Ah, y no me olvido del dedo que le metió Lebron James a Pau. Ibaka daba miedo. En las dos pinturas. Nos crecimos todos subidos a sus hombros. Un país delante de un televisor y Navarro levantándose sobre su propio dolor. 1,92 metros de capacidad crediticia desde el triple.

Desgraciadamente el baloncesto sólo tiene cabida en la parrilla televisiva en casos excepcionales. Pero estamos ante uno de esos casos. Un Eurobásket con Pau Gasol, Tony Parker y Dirk Nowitizki. Muchas generaciones soñamos con acontecimientos así. Otras cuantas generaciones televisivas también. Se podrán ver todos los partidos a partir de cuartos en directo. Por si alguien tiró su televisor por la ventana la semana pasada, que se vaya comprando uno nuevo. Baloncesto, sin duda, un gran deporte.