Bolsas de basura entraron en plano ante la casa de una famosa arrojadas por un reportero en Marbella. Ocurrió cuando la Operación Malaya y el post gilismo aún ocupaban las primeras páginas de los verdaderos informativos y de los falsos. Aquella basura de arrojar basura no quedó grabada, aunque hubo testigos de aquel ultraje al periodismo. La zancadilla de la reportera Petra Laszlo a ese refugiado sirio con su hijo en brazos que trataba de escapar de la localidad húngara de Roezske camino de Alemania, sí ha terminado siendo un vídeo viral. «Las malas personas no pueden ser buenos periodistas», rezaba más que decía, supongo, Riszard Kapuscinski, a quien aún se cita para recordar la sustancia moral del periodismo.

La broma de no dejar que la realidad te estropee una buena noticia dejó hace tiempo de ser una broma. Cuando llegas a la redacción y tu jefe te reprende por haber incomodado con tu pregunta a la ministra, por poner sólo un ejemplo, es que el negocio también ha matado al servicio público en el ejercicio cotidiano de la profesión periodística. Si, además, la entrevista a la ministra venía «patrocinada» por su propio ministerio, paga y vámonos€

Mañana será tarde titula José Antonio Zarzalejos su libro advertencia, con el que clama por recomponer nuestra noqueada democracia. Se lo prologa el periodista vocacional Antonio Muñoz Molina, que ya advirtió con severidad en Todo lo que era sólido cómo normalizamos el hecho de arrojarnos basura encima del sistema durante los años del crecimiento -para algunos- económico. Zarzalejos dedica con singular valentía en el libro un capítulo a los medios de comunicación y al ejercicio periodístico en España y su título lo dice casi todo: «Poder tóxico y medios prostituidos». No caben eufemismos, así está la cosa.

El bueno de Kapuscinski falleció en 2007, unos cuatro años después de recibir el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Anduvo haciendo esos días entrevistas en nuestro país y en una concedida al periódico El Mundo advertía esto: «Antes, los periodistas eran un grupo muy reducido, se les valoraba. Ahora el mundo de los medios de comunicación ha cambiado radicalmente. La revolución tecnológica ha creado una nueva clase de periodista. En Estados Unidos les llaman media worker. Los periodistas al estilo clásico son ahora una minoría. La mayoría no sabe ni escribir, en sentido profesional, claro. Este tipo de periodistas no tiene problemas éticos ni profesionales, ya no se hace preguntas. Antes, ser periodista era una manera de vivir, una profesión para toda la vida, una razón para vivir, una identidad€»

Que sepa el ciudadano que anda desarmado sin periodistas, aunque parezca que hay periodismo y se mantenga un constante flujo de egresados de esas facultades que han crecido como setas por todo el país. El periodista es aquel que sólo le pone la zancadilla al poder. Y para eso hay que ser buena persona, y valer.