Dice el Gobierno que en unos meses se acabará el papel en la Administración de Justicia, y creo yo que eso es más o menos como prometer que en cinco años podremos visitar la Luna o que el cáncer estará completamente erradicado de la tierra en una década. No quiero ser frívolo, pero hay que tener cuidado con los brindis al sol y con las declaraciones vacuas, porque todo ello acaba generando frustración y descontento. En los juzgados malagueños, al menos, el papel sigue siendo esencial hoy en día para el funcionamiento normal de la oficina, los programas informáticos no están preparados para tramitar el expediente digital y resulta una utopía pensar en cruzar bases de datos para que, en dos juzgados que están en el mismo pasillo, no se declare a una misma persona fugitiva de la justicia. Tiene gracia, pero disfunciones informáticas de este estilo pueden propiciar que un tipo que tenía que estar en la cárcel se pasee tranquilamente por la calle o situaciones similares igualmente grotescas. La Justicia hay que replanteársela desde la base, incluso dentro de un pacto de Estado que se echa de menos, un acuerdo que permita una inversión sostenida durante años para cambiar paulatinamente un sistema anquilosado y anclado aún en leyes y normas de funcionamiento decimonómicas. Necesitamos una Justicia ágil, y para eso es necesario potenciar de verdad la mediación y el arbitraje. En algunos países esos mecanismos de resolución extrajudicial de conflictos son obligatorios en muchas jurisdicciones, ¿por qué en España no? Las tasas judiciales trataron de acabar con la avalancha de procedimientos que reciben todas las especialidades, muchas de ellas al borde del colapso, al decir del juez decano en una reciente entrevista realizada por este periódico. Sin embargo, por quitar trabajo se privó a los más humildes, como siempre, de la tutela judicial efectiva que garantiza la Constitución. La Justicia, antes de replantearse el modelo actual de juzgados, necesita una reordenación informática que uniformice sus fondos documentales y permita que un juzgado de Sestao sepa qué ocurre en uno de Estepona, y que posibilite el seguimiento de cualquier expediente que ingrese en este servicio público esencial. Lo demás son brindis al sol, que quedan muy bien en las teles pero que frustran, y mucho, a los jueces, a los secretarios judiciales -ahora letrados de la Administración de Justicia- y a los funcionarios. Hemos de ir a la eliminación completa del papel, pero con paso firme y decidido. Que empiecen por los ordenadores y potencien la mediación y el arbitraje y luego pensamos cómo construir un nuevo edificio.