Cataluña es un circo. El panorama preelectoral convierte a los políticos en auténticos artistas de la pista. Todos juntos montan un cartel único e irrepetible -a Dios gracias-. Una España «fuerte y unida» está disfrutando de un panorama artístico digno de mención. El rey Arturo de la república catalana es tan paradójico como su pasado, con un 3% de azúcares añadidos. Mas es capaz de sacarse un «tururú» de la manga en el momento menos esperado y sacudirse la presión de un posible ridículo. Aunque él, Arturo, nunca hace el ridículo porque para eso habría que tomárselo en serio y eso no le interesa ni a él mismo. Mas es, de todos los circenses catalanes, el presentador de pista, el señor bien vestido que presenta a la mujer barbuda y a los domadores de leones españolistas...

De todos los miembros del circo catalán siempre he sido muy de Oriol Junqueras, con esas pintas de taquillero de circo de pueblo. Sentado en su poltrona, despacha las entradas a la carpa como quien reparte certificados de catalanidad. De Unió no se acuerda nadie. Seguramente ni los catalanes se acuerden del partido que estaba ´akoalado´ al de Mas. Los de Unió, en este circo, son los grandes olvidados, los cuidadores de las fieras enjauladas.

El que está siendo más ridículamente gracioso en esta campaña es Miquel Iceta, el bailarín socialista que ha decidido imitar a Antonio Miguel Carmona haciendo el pamplina en campaña. Bailecitos los que quieras, pero Iceta tiene el culo seco. No como Albiol, que se ha metido en tantos charcos con su racismo que querer dar la cara de bueno le sienta fatal. En el 600 de los clowns (porque payaso va a sonar ofensivo) van papá Rivera y su hija política Inés Arrimadas, que son un dos por uno. Queda una semana de campaña, no dejen de acercarse al circo catalán y disfruten de sus números. Al menos se van a reír.