Yo quiero ver un debate en el que nadie diga a su oponente «no se ponga usted tan nervioso». O, al menos, que si lo dice, el otro pueda contestarle «es usted el que debería dejar de decir esa sarta de bobadas con tanta tranquilidad». Si el debate sobre las elecciones catalanas que nos ofreció laSexta el pasado sábado hubiera sido el debate de mis sueños, no sólo Raül Romeva no hubiera usado contra Inés Arrimadas seis, ocho, diez veces el argumento «le veo a usted muy nerviosa», sino que la barbie Arrimadas le hubiera soltado al insoportable monigote de Junts pel Si «no se ponga usted tan tranquilo teniendo en cuenta lo que nos estamos jugando».

Yo quiero ver un debate en el que un participante exija hablar «por falta de alusiones». Si el debate lleva ya transcurriendo un buen rato y uno de los debatientes no está siendo criticado por ninguno de los demás, quiero que pueda dirigirse indignado al moderador, levantar la mano y decir «por no alusiones». Y que éste asienta y le dé la palabra. Si el debate sobre las elecciones catalanas que nos ofreció laSexta el pasado sábado hubiera sido el debate de mis sueños, Antonio Baños, independentista de izquierdas -que es justo lo contrario de «izquierdista independiente»-, hubiera reclamado varias veces intervenir «por no alusiones», y la conversación hubiera ganado en frescura y honradez.

Yo quiero ver un debate en el que un participante se dirija a un oponente y le diga airado «haga el favor de interrumpirme, que yo le he interrumpido a usted». Si el debate sobre las elecciones catalanas que nos ofreció laSexta el pasado sábado hubiera sido el debate de mis sueños, el dicharachero xenófobo García Albiol hubiera interrumpido a todo el mundo tantas veces como de hecho lo hizo, pero al menos después hubiera reclamado ser interrumpido por los demás en cuanto llevara dichas tres palabras seguidas. Al menos de esa manera los espectadores no nos hubiéramos puesto tan nerviosos oyendo todos los asuntos a los que aludía.