La realidad cada día se parece más a un crucigrama. Definiciones verticales y horizontales cuyas soluciones son difíciles de adivinar porque parecen sacadas de la letra pequeña de una página de una enciclopedia rara o descatalogada. O porque quien las ha formulado ha tirado de ocurrencias salvajes o de mala uva para confundirnos a los simples peatones de la historia. La realidad es, hoy, más un juego de ingenio que un tráfico honesto de axiomas, idiosincrasias, creencias o bibliografías. No nos enteramos de verdad de lo que pasa (igual que no tenemos más remedio que dejar vacías muchas de las casillas del crucigrama) porque a lo que pasa cada vez le importa menos la verdad y más lo que se puede comprar o vender con ella. Una paradoja melancólica si tenemos en cuenta que vivimos en la sociedad de la sobre-información, es decir, si tenemos en cuenta que nunca antes se había tenido acceso ubicuo (el móvil, la tableta, el portátil) a tantos datos sobre tantos asuntos y, por tanto, a los materiales para construirse, a nivel individual y global, modelos de felicidad posibles, habitables y dignos.

Por eso hay que aplaudir proyectos como el del recién nacido semanario «Ahora», que hace dos días sacó a los kioskos su número 7. «Ahora» es un periódico alérgico a lo ultrasónico, esa virtud de los atletas y de las naves aeroespaciales que se convierte en vicio cuando se aplica al pensamiento. El pensamiento, y la información de la que se alimenta, necesita de un tiempo mínimo de madurez y, aunque en casos geniales cabe en un aforismo, también de un espacio mínimo para explicarse a gusto y a conciencia. Los periódicos convencionales (por no hablar de las televisiones y las radios, que se pisan los talones y se ponen zancadillas a sí mismas) se ven tan desbordados por lo urgente que muchas veces se olvidan de lo importante. Después de leer los 7 números de «Ahora» uno tiene la sensación de que aquí se ha apostado por cambiar el orden de esos conceptos apostando por lo importante en detrimento de lo urgente. Por eso sale cada 7 días. Por eso está sostenido por artículos largos (pero no sesudos en el peor sentido porque no se dirigen a especialistas sino al público en general) que ofrecen un panorama contrastado y completo de los asuntos a los que están dedicados. Por eso tiene tamaño sábana, algo tan infrecuente por aquí y que ofrece, si uno lo despliega y se cobija dentro de él, un lugar a salvo de la intemperie, los ruidos, el cansancio y la asechanzas del mundo exterior. Por eso cree tanto en la política como en la cultura (los textos culturales son especialmente buenos), dos ramas de la vida que no está claro que debamos separar de manera tan tajante como solemos hacer.

La realidad, en efecto, es un crucigrama. «Ahora» ayuda a rellenar esas huecos en blanco que los otros medios no tienen en cuenta. Y además, como símbolo y colofón de una aventura que ojalá dure muchos lustros, publica en su última página el mejor crucigrama de la prensa española. Lo firma JAP y pregunta cosas como: «Aspecto habitual de Mariano Rajoy», «Político que no va a iglesias», «Socialista fan de los Planetas», «Mangoneo con la pasta sin saltarme la ley», «Si está en Marbella, es de Ignacio González», «Aeropuerto al que se llega comiendo cacahuetes» o «Políticos después de la campaña». Casi ninguna de sus horizontales y verticales deja indiferente. Como el resto de este semanario lúcido, necesario, ameno y serio.