Críticas en tiempo pasado, por Lluís Vinuesa Serrate

Es muy fácil juzgar cuando los hechos ya han acaecido y sus consecuencias han propiciado que lo que antes era de un modo, ahora lo es de otro. Así es la política y sus actores. Pero a pesar de ello, los ciudadanos podemos votar y acogernos al derecho de pataleta, porque a ciencia cierta es a lo poco que podemos aspirar, más aún cuando hay alguien que gobierna y tiene la mayoría absoluta, esta vez, el aspirante a lo mismo: Partido Popular español.

Ahora, en medio de una situación muy preocupante, el PP llama al españolismo, en aras de catapultar hacia los torreones del independentismo cecesionista catalán, una andanada de bolas incendiarias de «legalidades a la carta», que los tribunales peperos se cuidarán muy mucho de hacer llegar a la Generalitat de Catalunya y conciudadanos que le dan apoyo, llenos de corrupción pujolista, palauista, etc., etc., como si lo del PP Valencia, Madrid y sus aledaños, tesorero, presidente de Bankia, expresidente de Aznar, chulería exonerada de una expresidenta de la Comunidad de Madrid y su «muy supuesta implicación» en sus promocionados encarcelados, y las torpezas oratorias de una secretaria general del PP, con su caso en Toledo... no tuviesen nada que ver con esa España compadreada con esta transición democrática después de Franco, en la que todos callaban en un pacto de silencio, incluida la monarquía, durante más de 30 años? Porque, dicho sea de paso, alguien puede decir que lo del Rey y los catalanes no se sabía?

Y ahora va mi crítica personal más directa: Lo que ahora está haciendo el PP de aglutinar a las fuerzas políticas, las que sean, para firmar un documento «patriota» con el que parar en los tribunales el proceso catalán es una excusa del Sr. Rajoy. El objetivo es ocultar su acusada y culpada irresponsabilidad, en no haber solucionado dialogando el problema catalán, que se le ha ido de las manos. Ahora, él solo no sabe cómo hacerlo y pide un SOS para que España no se rompa.

Quiere, aunque no lo diga abiertamente, una complicidad, como la que CIU ejerció antaño para hacer gobernable las minorías de los gobiernos de Moncloa, pero esta vez, con la salvedad de que Podemos no da la razón a esta falta de entendimiento con Catalunya. Esto significa que las izquierdas, aparte del pretendido bipartidismo del PSOE, van a discrepar, suceda lo que suceda en las urnas del 20-D, toda intención de segar el derecho a un referendo, que hasta hoy no se ha permitido a los catalanes por temor a un resultado adverso a la intención antidemocrática dominante españolista.

Al final, España y sus autonomías, si pervive aún el sistema, deberán quedar limpia de toda corrupción, cuando el poder judicial agilice sus gestiones si el poder establecido en Moncloa le dota de los medios necesarios para que la justicia no sea cómplice de quienes no merecen gobernar.