La Audiencia Provincial de Alicante ha dado la razón a la periodista Nuria Roca, que había sido condenada a pagarle 15.000 euros a la exalcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, por llamarla «choriza sin paliativos». Es una buena noticia para la libertad de expresión en general, para el periodismo en particular y para ese derecho que no está protegido en ningún código civil o penal y que es el derecho al pataleo. Al desfogue ciudadano cuando quienes deben velar por el bien común se dedican a saquear las arcas públicas o a hacer un uso infame del poder que aparejan sus cargos electos. Roca, presentadora de televisión y radiofónica y escritora, anotó en su blog el asco que había sentido al escuchar unas grabaciones de la policía a la por entonces aún primera edil alicantina, en las que conversaba con el empresario Enrique Ortiz. Castedo está varias veces imputada en los casos Brugal y Rabasa, que investigan posibles delitos de cohecho, tráfico de influencias y prevaricación básicamente por la modificación del planeamiento municipal para facilitar operaciones urbanísticas millonarias. En marcha ya las indagaciones judiciales, la política popular se negaba a abandonar los plenos en los que se trataban asuntos relativos a los intereses de Ortiz alegando que no le conocía de nada, circunstancia que desmintieron los pinchazos que encendieron a la periodista. !Quien tiene un amigo tiene un tesoro», intercambiaban ambos antes de un presunto pelotazo de récord. El diario El Mundo publicó unas fotos de la fiesta de pijamas que Castedo y un montón de amigos, familiares y concejales de su grupo hicieron a Andorra una Nochevieja gracias a la generosidad presunta del empresario, quien también le obsequió con un coche, ropa y otros artículos de lujo.

En este contexto, Nuria Roca escribió en su bitácora digital: «Me caes muy mal. Te tengo manía y detesto todo lo que representas», la denominó «choriza sin paliativos» y «delincuente», negándose a conciencia a usar el «presunta», y fue demandada por la todavía alcaldesa por atentado contra su honor por importe de 75.000 euros. Al poco, el PP forzó la marcha de Castedo, quien dimitió vía Facebook y se fue a un programa de televisón a dar su versión de los hechos, y acto seguido un juzgado de primera instancia dio la razón a la exregidora, condenando a la periodista a pagarle 15.000 euros y las costas de un proceso que es ejemplo preclaro de la desfachatez con que pueden llegar a actuar quienes se sienten los amos y señores del cortijo. Cabe poner el foco en que mientras los complicados sumarios en los que Sonia Castedo está implicada siguen su camino a paso de caracol, la sentencia contra la periodista que pronunció la palabra que todos pensamos se dirimió a notable velocidad, dando cobijo a una política en cuya buena reputación no creen ni los suyos. Por suerte, también ha sido rápido el recurso que da la razón en la totalidad de sus argumentos a quien está obligada por su profesión a decir lo que piensa.

Chorizos, presuntamente en unos casos y probados en otros, pero susceptibles, suspicaces y picajosos. Los puedes ver paseando por las calles de tu ciudad luciendo esos regalitos que les hicieron a cambio de favores, o los que se compraron con el dinero que sisaron de aquí y de allí, ellos o ellas, o sus parejas o allegados. Siguen llevando su vida desahogada pero tú no te puedes desahogar llamándoles chorizos, por si te denuncian sus abogados pagados con tus impuestos y las comisiones que cobraron bajo manga. Pero ahora sí, gracias Nuria Roca y feliz absolución. Choriza es lo mínimo que queremos decir para quedarnos a gusto.