El pasado domingo 26 de julio en estas mismas líneas, os expresaba el miedo que me daba que la Euroleague tomara la decisión de cerrar la competición. Era algo que podía pasar, que sólo participaran los equipos más ricos y prestigiosos de Europa para repartirse entre ellos el dinero que genera la competición y acercarse a un futuro no muy lejano de convertirse en la quinta conferencia de una NBA mundial.

Vaya por delante que la idea me parece genial y que es el futuro. Juntar a los mejores equipos en esta competición va a hacer que todas las semanas haya enfrentamientos entre los mejores equipos europeos. Veremos partidos fabulosos para el espectador y para los que queremos aprender de los mejores.

Pues la noticia estalló esta semana. Y, por desgracia, en Málaga ha caído como una bomba porque nuestro equipo injustamente no está dentro de esos once equipos privilegiados con Licencia A que estarán en la nueva competición. Lo peor es que deja mucho que desear la fórmula escogida para que se clasifiquen los cinco equipos restantes que completarán los 16 que participarán en la «Champions del baloncesto».

Es totalmente cierto que esa fórmula de elección tiene bastantes lagunas. Sobre todo para los que están fuera porque a los que están dentro les parece una fórmula genial. Y esto es lo que no vale. Si se está fuera a quejarse (no sin razón) de lo injusto del método. Pero si eres uno de los once grandes seguro que no se escucha ninguna queja. Esto ya pasó con las dichosas Licencias A. Cuando Unicaja estuvo tres años consiguiendo unos resultados no acordes con el presupuesto y nivel de su plantilla y seguíamos participando en la Euroleague nadie protestó por lo injusto que era. A todos parecía justo. Bueno, seguro que en Valencia, Gran Canaria, Bilbao o Zaragoza veían muy injusto no estar dentro de la Euroleague a pesar de estar por encima de Unicaja en la clasificación de la ACB. Así somos en este país. Sólo nos quejamos cuando nos sentimos perjudicados pero cuando los perjudicados son otros miramos para otro lado.

La realidad es que Unicaja ha demostrado competir cada año en la máxima competición europea ganándose el respeto de todos los equipos. Sin ir más lejos somos el único equipo invicto esta temporada tras ganar en la cancha del todopoderoso CSKA. Pero esto no es suficiente.

Supongo que nuestro presupuesto, el hecho de carecer de las grandes estrellas de primer nivel o no tener demasiada fuerza en los despachos hace que no estemos entre esos once privilegiados que van a participar sí o sí en la nueva competición. O quizás los motivos son otros.

Como soy entrenador, de despachos no entiendo nada. Por muy bien que me lo pudieran explicar nunca podré entender esto de las Licencias A. Seguro que habrá una explicación válida porque si no fuera así no existirían esas licencias. Yo soy más de ganarse en la cancha el derecho de participar en la mejor competición europea y no en otros sitios. Pero, como os digo, no entiendo mucho de eso y me parece muy injusto.

Creo que es más honesta la fórmula de la Champions League, en la que consigues en tu liga doméstica la clasificación para la mejor competición de fútbol del mundo.

Lo que hay que tener claro es que la repercusión de esta decisión de no incluir a nuestro equipo en esta competición puede ser letal. Pérdida de ingresos, patrocinios, jugadores que preferirán ir a otros equipos... En definitiva, esto puede hacer que el presupuesto de Unicaja baje aún más. Y lo peor es que no habrá posibilidad de entrar en esta nueva Euroliga. Ni aunque ganáramos la ACB.

¿Y qué se puede hacer? No sé si se podrá negociar una ampliación del número de equipos participantes. También se habla de una segunda competición (no será lo mismo) distinta a la Eurocup en la que participarán aquellos equipos que no han entrado en la nueva Euroleague. Vienen tiempos en los que jugar muy bien en los despachos es más importante que ganar en la cancha.

No sé si ya habrá solución y perderemos el privilegio de seguir viendo en el Carpena a los mejores equipos europeos enfrentándose a nuestro Unicaja. Si desgraciadamente es así, siempre nos quedará la televisión. Aunque no estar dentro nos quite la pasión.