El aggiornamento, término utilizado durante el Concilio Vaticano II y con el cual se quería expresar la adaptación de la Iglesia católica al mundo terrenal, acabó siendo una de las palabras más utilizadas en la jerga política italiana para definir los movimientos centrípetos de la izquierda en cada una de sus modalidades. Luego traspasó fronteras. Italia no sólo exporta moda y electrodomésticos, también conceptos. El aggiornamento obtuvo una especial eficacia simbólica en el desplazamiento de socialistas y eurocomunistas hacia la política real, sus ventajas e inconvenientes.

Tsipras es el ejemplo más reciente de esa adaptación en un país que, primero, intentó sacudir con soflamas incendiarias hacia la UE y ahora tendrá que administrar en la prolongación de su agonía económica. Él mismo es el encargado de imponer los recortes tras haberse labrado un prestigio como antiaustero. La primera huelga general en Grecia contra la forma de hacer política del líder de Syriza tiene precisamente como argumento la austeridad con que Tsipras castiga a los griegos después de haber hecho carrera despellejando a sus predecesores que hacían exactamente lo mismo. Así es la vida.

Nuevo tiempo, nueva camisa. Tsipras sonríe junto a Merkel del mismo modo que probablemente también lo harán en un futuro no demasiado lejano los aspirantes de la izquierda portuguesa que hablan de combatir los recortes de la UE tras desbancar a la derecha. Mismamente a Pablo Iglesias, amigo de Tsipras, se le empieza a encoger la coleta.