Ayer se inició de forma oficial la campaña para elegir rector de la Universidad de Málaga y el jueves, día 26, serán las votaciones. Realmente la campaña empezó hace ya muchas semanas y los tres candidatos José Ángel Narváez, Ernesto Pimentel y Miguel de Aguilera llevan tiempo explicando sus programas. De entrada, como a los toreros, hay que destacar su valor y escaso miedo a lidiar en una plaza donde nada es fácil y desde hace unos años mucho menos, sometida como está la Universidad española a una dieta casi de hambre. Unos candidatos con más valor que el Guerra porque quien gane no lo tendrá fácil, se le garantizan permanentes dolores de cabeza, insomnio y si se descuida hasta úlcera de estómago. No son tiempos buenos para la universidad española y mucho menos para la pública, sometida a feroces recortes y que ponen en peligro su futuro sobre todo porque cada vez es menos gratuita y menos universal, por mucho que Mariano Rajoy siga pregonando lo contrario.

Pero no sólo son los graves y enquistados asuntos económicos los que ponen en peligro la continuidad de la Universidad tal y como la entendemos algunos, sino que hay otros y no menos graves problemas que deben ser tenidos en cuenta y que tienen tan difícil solución como el económico. Yo veo tres. Primero, escasez de democracia interna, precisamente en el que debe ser templo de la democracia y de la libertad. Segundo, perfilar y concretar hasta dónde debe llegar la autonomía universitaria que debe estar sometida, a mi criterio, a las normas superiores que emanen de quienes nos gobiernan, lo que no significa obediencia ciega, tal y como se lo hicieron ver al ministro Wert la coordinadora de rectores. Es más útil y eficaz, tal como ha hecho la presidenta de la Junta, Susana Díaz, el convocar a las universidades andaluzas a estudiar y diseñar el futuro de forma conjunta. Y queda un tercer punto, complicado y difícil porque además de histórico se circunscribe a lo que venimos en llamar endogamia universitaria, o sea, mirarse al ombligo, generar reinos de taifas (departamentos y otros adláteres), junto con un sistema obsoleto, de necesaria revisión, para elegir el profesorado.

Entiendo que estos y otros asuntos, no de menor cuantía, serán pieza fundamental en los programas de los candidatos que se presentan para liderar el profundo cambio en la Universidad, necesitada de abrir nuevas fronteras y ser cabeza de león en los nuevos tiempos que toca vivir. Es lo que tiene escrito el profesor Arcas Cubero (La Opinión, 25 de octubre 2015) y que él resume de forma magistral: «Acomodar la revolución del conocimiento, su dimensión planetaria, a la revitalización de la institución» lastrada (la Universidad) por la «reglamentación y la burocratización de la inteligencia», con una propuesta digna de tener en cuenta por quien salga elegido que no es otra que la exigencia de la sociedad malagueña de que la UMA acentúe ser motor cultural, se abra al debate académico e intelectual, actúe en el pensamiento y destacada participación de sus profesionales en las instituciones culturales; en una palabra, una Universidad viva, dinámica, no sólo de regate en corto. Es lo que el profesor García Galindo (La Opinión, 15 de noviembre 2015) llama «proyección social» de la UMA y seguir avanzando en la formación de buenos profesionales, haciendo una investigación de alto nivel y «estableciendo puentes con los agentes sociales que faciliten la transferencia de sus resultados». Como no podía ser de otra manera, el profesor García Galindo defiende la universidad pública como pilar fundamental de la sociedad.

Yo no voto, pero cada vez estoy más cerca de esta institución revitalizadora de la sociedad a la que debe servir y por tanto me creo en el derecho y deber de manifestar, una vez conocidos los programas, que estoy más cerca del presentado por el profesor José Ángel Narváez, que sitúa a nuestra Universidad en el siglo XXI donde prime la transferencia social, la democracia interna y la gestión universitaria, algo que domina el profesor Narváez como tiene bien demostrado. Como dijo un profesor de su equipo, Narváez no es una aventura, es una seguridad al frente del rectorado de la UMA. Pensamiento que suscribo.