Vuelven a llevarse los abrigos. Vuelven las castañas. Y vuelve el caso de los ERE. Todo fluye, que dijo el clásico griego. El escándalo de los ERE fluye tranquilo pero no cesa y su caudal arrastra cada vez más barro, sangre, sudor y lágrimas. Y ayudas por la cara. Parece que ya hace 25 años que se concedían ayudas irregulares. La jueza de instrucción, Ángeles Núñez Bolaños (se nos iba la tecla para escribir Alaya...) acuerda una causa separada contra Chaves y Griñán y cincuenta cargos por supuesto delito de prevaricación administrativa. O sea, lo que pretendía Alaya, una causa general contra la Junta, contra un modo de hacer las cosas, contra un sistema. Lo de los ERE es ya un tópico andaluz como las sevillanas. Para muchos, una triste seña de identidad. O tal vez habría que cambiar la coma: para muchos tristes, una seña de identidad. El procedimiento es contra todos los que estuvieron aforados. De poco les va a valer. El aforamiento es, en síntesis, que el político sólo pueda ser juzgado por un tipo de juez que él mismo nombra.

El reavive de la noticia ha resucitado las escaramuzas en el PSOE andaluz. Manuel Chaves y José Antonio Griñán creen que su partido los ha dejado a los pies de los caballos. Habría que decir que los ha dejado debajo de las boñigas. Nadie se merece eso. Pero sí se merecen ser escuchados y que el peso de la Ley (que en estas cuestiones en España es de gramos más que de kilos) caiga sobre ellos si es que tiene que caer. En cualquier caso, en España, ser procesado ya es una pena, con independencia del resultado, visto el tiempo que hay que arrastrarse por la opinión pública. Aquí nadie sabía nada y las juezas han estado siempre muy empeñadas en desmontar ese analfabetismo. Demostrado que había ajo, la cosa es saber quién estaba en él. El cortafuego se puso en los directores generales, como el que pone un cubito de agua frente a llamas de tres metros. Las llamas siguen. El del cubo no sigue.

Se han anulado las fianzas impuestas a muchos altos cargos y todo el mundo sabe cómo va a terminar esto: mal. La cosa es que, cuandos termine, a lo mejor no nos acordamos de quién eran Griñán y Chaves, que parecía que iban a ser eternos. Sobre todo Chaves, que va a estar media vida de presidente y media vida empurado por los ERE. Volverá el turrón y llegará un nuevo año y esto tiene visos de haber llegado para no irse en mucho tiempo. Una castaña que también nos vamos a comer en elecciones.