Desde que existe explicación para todo ya no hay interés por las señales. Antaño la gente, guiada por augures, hacía cábalas sobre el significado de los fenómenos inexplicables, y urdía con ellas una profecía a corto plazo (que a su vez realimentaba los hechos reales). Por ejemplo, con el olor nauseabundo que invade estos días Barcelona, sin que nadie haya identificado el origen, un augur nos daría una idea del momento y una visión del futuro. ¿Se ha podrido el proces?, ¿es la peste una última emisión de la corrupción acumulada en décadas de nacionalismo solipsista?, ¿se trata de un golpe de olor llegado, vía túnel del tiempo, de un cadáver político insepulto?, ¿es una oleada del aroma mesetario del españolismo que aún amenaza?, ¿viene en directo del profundo Sur del Mediterráneo, y anticipa la invasión de los nuevos pobres del mundo? Para qué seguir si nadie cree ya en estas cosas.