La anticuada marca Al Qaeda ha cedido el liderazgo del terror a otra franquicia más sangrienta y numerosa, Isis. Por ejemplo, Bin Laden se negó a que los aviones suicidas de 2001 se estrellaran contra una central nuclear estadounidense, una limitación a la barbarie que sus herederos desobedecerían. El auge de la segunda generación confirma la productividad de la fábrica de terroristas islámicos, que ni siquiera remiten en sus manifiestos al 11S seminal. El asesinato selectivo y a distancia de los líderes no garantiza la desaparición del movimiento. Al contrario, facilita la renovación en la cúpula. Aunque Obama prefiera distraer a la afición hablando de «ideología pervertida», la aberración anida en una religión llamada Islam.

La importancia de la nomenclatura condena a quienes jugaron irresponsablemente con la atribución de matanzas pretéritas. En París ha tenido lugar el atentado más mortífero de Europa desde el 11M madrileño. Evaporados los efectos electorales, se aprecia que la falsa autoría de ETA fue mucho peor que un error del PP de Aznar y de Rajoy. Supuso un insulto a víctimas a quienes se consideraba de segunda, porque viajaban en trenes de cercanías. Nadie discute ya el ensamblaje de Nueva York-Madrid-Londres-París como estaciones del calvario islámico. Con la particularidad de que los asesinatos parisinos también se sitúan entre los atentados más mortíferos de la historia de España. Poco importa de nuevo la etiqueta concreta, frente a la constatación del auge islamista. Ni era Al Qaeda ni es Isis. Son dos facetas de un mismo fenómeno, del mismo modo que las bravatas de Manuel Valls muestran una alarmante continuidad con los vacuos ultimátum de Bush. En su reacción a los atentados parisinos, John Kerry expresa sus condolencias sin especificar siquiera la advocación terrorista de los atentados. Isis puede ser tan efímero como Al Qaeda, cuyas filiales ha absorbido por el sangriento prestigio de su marca. Los gobernantes europeos yerran al conjurarse para «derrotar a Isis», porque su enemigo es más ambicioso. También los musulmanes deben tener miedo de estos musulmanes, visto cómo las gastan sus correligionarios.