En momentos como el actual siempre nos hacemos la misma pregunta: ¿Votos y audiencia son la misma cosa? ¿La gente que sintoniza los programas más vistos de la tele elige también a los candidatos que más salen y que más habilidades circenses demuestran? ¿Un encuentro con Bertín Osborne es, desde el punto de vista electoral, más rentable que la aparición en un programa de arte y ensayo (si existen, que creo que no)? ¿La banalidad funciona? ¿Será obligatorio en un futuro próximo haber pasado por la casa de Gran Hermano, por Sálvame, o programas similares, para llegar a la Moncloa?

No lo sabemos, no sabemos nada, no tenemos ni idea de cómo funciona el mundo ni qué actitudes activan más eficazmente nuestro cerebro de reptil, pero disponemos de algunos indicadores. Pablo Iglesias, por ejemplo, alcanzó la cumbre de la intención de voto con una exposición televisiva moderada. De hecho, su caída es paralela a su ascensión mediática. Ahora bien, ignoramos si hay normas, es decir, si los mismos índices de audiencia que castigan a unos benefician a otros y en razón de qué. Tampoco hay forma de medir lo que se obtiene o lo que se pierde cantando, bailando o tocando las maracas en un plató a la hora de la cena.

Salir en la tele significa salir en la tele y carece por tanto de otro sentido que no sea el de salir en la tele. En eso están de acuerdo todos los teóricos. Lo que resulta más difícil de valorar es el efecto de no salir. ¿Sería posible ganar las elecciones apareciendo solo en la prensa escrita, en la radio y, quizá excepcionalmente, en algún espacio televisivo que no fuera de mero entretenimiento? ¿Se puede alcanzar el gobierno de un país desde la alta costura o solo desde el prêt-à-porter? ¿Desde el cine de autor o desde el de masas? Misterio, pero cómo nos gustaría la aparición de un candidato discreto, que dijera algo original cada vez que abriera la boca y que hablara a nuestra razón más que a nuestro intestino grueso, un candidato que abandonara el circo ambulante en el que ahora mismo viajan todos y montara un espectáculo pequeño, alternativo y culto. Puede parecer un riesgo, pero lo cierto es que estos espectáculos dan con frecuencia la sorpresa.