La ficción puede ser algunas veces pedagógica. Al Capone existió y por eso inspiró decenas de películas veraces, con la conocida entrada en prisión por evasión de impuestos en 1931. La condena fue de once años de cárcel federal, además de una multa de 50.000 dólares, 7.692 dólares por costas del juicio y 215.000 más de intereses por impuestos atrasados.

El todopoderoso gángster de la ciudad de Chicago nada pudo hacer ante la implacable maquinaria judicial que castiga los delitos tributarios en Estados Unidos.

España estrenó mucho años después democracia fiscal tras un sinfín de películas estadounidenses con el famoso «Yo pago mis impuestos». Muy pocos ciudadanos se daban por aludidos pese a la memoria visual de televisión. La versión «Hacienda somos todos» fue el intento de sumar al conjunto de españoles en la caja común del bienestar. Sin impuestos son imposibles una sanidad y una educación públicas de calidad. Y mucho menos programas sociales inclusivos e infraestructuras básicas para el estado del bienestar.

Toda concienciación desaparece cuando los ídolos futbolísticos son aclamados a las puertas de los juzgados tras prestar declaración por imputación de fraude fiscal. Primero fue Leonel Messi y ahora lo ha sido Neymar jr, o mejor dicho su padre, el que se atreve a chantajear al ordenamiento tributario, como si la contrastada calidad del astro brasileño desgravara. Porque una cosa no quita la otra.

El Barcelona ha concentrado los primeros casos de presuntos defraudadores. No es ni el primer ni el último club de fútbol envuelto en estos asuntos, pero lo peor es el silencio de su directiva, que deja a la intemperie a los miles de seguidores azulgranas que sí cumplen con sus obligaciones laborales y fiscales año a año.

El comportamiento cívico de los poderosos clubes de fútbol es una asignatura pendiente desde hace mucho tiempo que contrasta con sus constantes reivindicaciones para exigir el dinero público de las quinielas o de las televisiones públicas.

La Ley del Deporte y el resto de legislación tributaria tienen potestad para sancionar el juego sucio fiscal. No estaría mal que los equipos implicados fueran obligados a lucir en sus camisetas: «pagar impuestos es ganar». Los goles contra Agencia Tributaria son en propia puerta.